lunes, 13 de enero de 2020

SALMO DE UN CORAZÓN JOVEN ANTE LA VIDA

Yo te invoco, Señor, ven deprisa a mí y ayúdame. Escucha mi voz cuando a ti clamo; te necesito. Que mi oración suba ante ti y toque tu corazón; que al alzar mis manos, descubras mi angustia. Tengo miedo a caer cuando soy tentado; me siento inseguro y en mí no hay consistencia; estoy aprendiendo a vivir y los miedos me dominan; pon un vigía a la puerta de mi corazón joven. No dejes que mi corazón frágil tienda al mal; no le dejes huir y perderse entre el barullo loco; encauza las tendencias poco limpias de mi corazón ciego; no me dejes que me amarren las redes del mundo y sus cantos de sirena. Ante mí, Señor, está el camino del mal con todas sus ofertas; ante mis ojos, las propuestas más sugerentes; y, además, el tedio, el asco, la desgana y la indiferencia, todo junto, me amenazan y me piden que me integre en sus redes. Abre mi corazón joven, Señor, al mundo de lo bello y verdadero; dale la luz para que rasgue la tiniebla de mis ojos; levanta mis alas y que vuele en libertad y alegría; pon en mi corazón el sentido de la fiesta que no se acaba. Que mi corazón joven diga no al consumismo desenfrenado; que mi espíritu de búsqueda diga no al placer del egoísmo; que mi alma libre diga no a los parches y muletas; que mi ser, que vive, diga no a lo que poco a poco es muerte. Quiero ser libre y construir mi libertad en tu Evangelio. Quiero ser libre y tener mi autenticidad aunque me cueste. Quiero ser libre y romper con todo lo que ata mi utopía. Quiero ser libre y vivir la experiencia de tu Resurrección. Me siento flojo: no tengo razones fuertes para vivir. Me siento flojo: vivo a lo que sale, a lo que llega. Me siento flojo: en mi vida joven no hay convicciones. Me siento flojo: vivo como si en verdad no existiera. Fortalece, Señor Jesús, mi vida con tu Espíritu de amor. Ilumina, Señor Jesús, mi vida con tu Espíritu de Verdad. Anímame, Señor Jesús, con tu Espíritu de fortaleza. Libérame, Señor Jesús, con tu Espíritu de libertad. Aquí estoy, Señor, y quiero enfrentar la vida con firmeza. Aquí estoy, Señor, con ganas de superar mi pobre voluntad. Aquí estoy, Señor, contigo no tengo miedo al Maligno. Aquí estoy, Señor, ayúdame en este duro caminar.

martes, 5 de febrero de 2019

Salmo de los dos caminos

Emilio Mazariegos
Aquí estoy, Señor Jesús, a la vera del camino, sin camino; mis pasos buscan tus huellas donde poner mis pisadas, la vida y la muerte están ante mí como un reto; el bien y el mal se cruzan en mi corazón de joven que sin descanso busca, pide y llama.
Yo quiero ser dichoso, Señor Jesús, hombre en camino; yo quiero ser libre con la libertad de tu Evangelio; libre en opción sincera y decidida a tu Palabra. Quiero dejar atrás las llamadas opresoras del dinero, del poder, del placer, de lo que en el fondo es nada. Quiero hacer de tu Evangelio norma de vida y escucharlo día y noche hasta que penetre el fondo del alma.
Quiero ser, Señor Jesús, como el árbol que crece junto al río y bebe en profundidad y hondura en las corrientes del agua. Quiero dar en su tiempo frutos de paz y bien, y dejar que las semillas que has sembrado en mí se abran. No dejes jamás, Señor, que se marchiten mis hojas verdes, ni que el viento las arranque, una a una, de sus ramas. Quiero seguir el camino del hombre nuevo, del hombre que dice sí a la vida y con tesón la guarda. Quiero ser hombre de espíritu que luche contra la carne y que haga del amor la Carta Magna, la Ley fundamental de tu Reino, abierto al corazón del joven en desafío radical, una a una, de tus Bienaventuranzas. No me dejes caminar por el camino de Caín, que lleva sangre; y que a cada paso deja las señales del que mata; no quiero ser como paja que lleva el viento y hace de ella un juego fácil entre sus alas. Quiero ser desde mis raíces y mi historia de ilusiones y fracasos, desde mis luchas y mis crisis un camino de esperanza abierto hacia la Vida eterna, donde tú moras y donde esperas con un corazón de amigo, mi llegada. Tú eres, Señor Jesús, el camino de un corazón joven; el camino de Abel, el camino de la vida en la cruz entregada por la salvación del hombre, de todo hombre que busca en ti la respuesta cierta y segura en la encrucijada. Señor Jesús, contigo se hace el camino suave y ligero, al llevar entre tú y yo —los dos juntos— esta pesada carga.



SALMO 5 - Salmo al comenzar la mañana

Emilio Mazariegos
Al tocar la luz del día mis ojos, Señor, mi corazón se levanta hacia Ti en busca de tu mirada. Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo, y estate atento, Señor; sé cercano a mi mano abierta. Da respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud, tú que eres mi Señor y mi Dios, en quien yo confío. A ti abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar: de mañana, en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones; de mañana, en tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda; de mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos. Oye mi voz, Señor, Tú que eres bueno y compasivo y alienta mi vida que busca en ti luz y calor. Mira, Señor, mi corazón de pobre, que como un gorrioncillo busca abrigo entre tus manos; toma mi arcilla y moldéala según los proyectos que tienes en mí este día. Quiero estar ante tus ojos y dejarme penetrar por tu mirada; delante de tus ojos, Señor, me siento pequeño y frágil. Derrama, al comenzar la mañana, tu ternura y tu bondad para que mi corazón se sienta fuerte y animoso. Señor, aparta de mi camino el mal que me rodea y no dejes que en este día la mentira se adueñe de mí; dame mansedumbre y humildad para que mi corazón, Señor, no sea hoy violento ni haga juego sucio a nadie. Confío en la abundancia de tu amor y camino hacia Ti firme de que me acoges en tu casa. Haz, Señor, que camine hoy en tu presencia y que tema apartarme de ti. Guíame, Señor, Tú que eres bueno y santo; guíame hacia la luz y que camine como hijo de la luz; guíame y allana mi camino para que sea fiel a tu Ley. Que tu camino, Señor, sea hoy la pasión de mi corazón, y que tu Espíritu Santo me ayude en cada paso. Que mi boca, Señor, sea hoy la expresión de mi interior; que mis palabras arranquen de lo profundo y sean verdaderas. Señor, dame un corazón limpio para que te pueda ver; Señor, dame un corazón de pobre para que viva hoy tu Reino; Señor, dame un corazón misericordioso para que derrame misericordia; Señor, dame un corazón lleno de paz para que sea hijo tuyo; Señor, dame un corazón que tenga hambre y sed de justicia para que sea saciado y haga tu voluntad; Señor, dame un corazón manso para que posea la tierra. Que mi corazón se alegre y se regocije hoy, porque todo lo espero de Ti, Señor Dios mío. A Ti me acojo, Señor, al comenzar el día: protégeme. En ti pongo mi confianza como un niño en su madre: ayúdame. A ti abro mis proyectos y los planes de este día: acompáñame. A ti ofrezco lo que soy y lo que yo tengo: acógelo. A ti, que eres Dios de la vida, te pido fuerza: anímame. Mi corazón te ama y, lleno de gozo, exulta en Ti. Bendíceme, Señor, y guíame por el camino justo; como un gran escudo defiéndeme, sé mi fortaleza. Que tus alas, Señor, me cobijen y guarden mientras yo voy viviendo el día que hoy me entregas.

SALMO 6 - Salmo en situación límite

Emilio Mazariegos
Ten paciencia conmigo, Señor, y espera que de nuevo vuelva. No hagas caso de mis palabras, que tantas veces fallaron. Sopórtame, aguántame, sé compasivo conmigo, Señor, que, a pesar de mis pecados, en el fondo, es a Ti a quien más quiero. Da tiempo a mi proceso, Señor, que soy como un niño débil, y aguarda a que de nuevo te deje de dar las espaldas.

Mírame, Señor, mírame, que estoy sin fuerzas y he caído como una hoja de otoño en el camino. Mírame, Señor, que tengo el alma golpeada y rota y no consigo levantar mis pobres alas en vuelo. Sáname, Señor, Sáname, que siento el corazón desmoronado y mi casa se ha hecho un montón de escombros.

A Ti grito, a Ti clamo, por Ti lloro y en Ti espero aunque los miedos y la inseguridad me tienen abrumado. Señor, ¿Hasta cuándo seguiré así? ¿Dónde estás? Acércate a mí, Señor, como buen samaritano y venda mis heridas; pon tu ternura y tu misericordia en mis pobres llagas; llévame contigo, no me dejes tirado en el camino, que de nuevo volverán los salteadores. Da paz a mi corazón oprimido y angustiado; devuelve la calma a mi alma sumida en profunda noche; sálvame, por tu amor, que me siento perdido y solo; sácame de esta situación que me llena de tristeza. Señor, ¿Hasta cuándo seguiré así? ¿Dónde estás?

Estoy extenuado de gemir, de sollozar, de gritar mi pena y cada noche mis lágrimas me hacen compañía. Como una nube negra y pesada sobre mí está el tedio y la apatía , que me dejan cansado y oprimido y sin ganas de vivir. Me siento desfallecer y mi corazón está cansado. La vida para mí, Señor, no tiene sentido y me encuentro contra el muro.

Mis pies están inseguros sobre la arena de mi desierto y mis manos han tocado el techo de mi vida. ¿Dónde estoy? Señor, ¿Hasta cuándo seguiré así? ¿Dónde estás? No tengo razones para vivir y la vida es para mí un punto negro. Cuando respiro, mi aliento no llega al fondo y me ahogo en medio de mis miedos y fracasos escondidos. Estoy como estuviste Tú, Señor, en la noche del huerto, cuando tu corazón se moría de tristeza. Estoy tenso, estoy en conflicto, no hay luz en esta noche y se han escondido, una a una, todas las estrellas. Señor, ¿Hasta cuándo seguiré así? ¿Dónde estás? Enséñame, Señor, hombre de dolores, a orar mi sufrimiento. Enséñame a gritarle al Padre mi problema y mi pecado.

Enséñame a que busque la voluntad de Dios en esta cruz y que espere, como tú esperaste, confiado en el amor del Padre. Señor, yo sé que has oído mi súplica; que has sentido mi dolor; yo sé, Señor, que estás tan cercano a mí que me impide verte. Yo sé que has oído la voz de mis sollozos y el dolor que no se grita; yo sé que el aliento volverá a mi vida, porque eres Dios de la vida; yo sé que estás aquí y compartes mi cansancio y mi problema; confío en tu bondad y compasión en esta hora y espero verme de nuevo en marcha por el camino.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

lunes, 14 de junio de 2010

TEOLOGIA DE LA ORACIÓN

Marcelo Lamas, c.s.v.

A continuación, expondré algunos tópicos que personalmente me han parecido interesantes y que vitalmente considero que debo tener en cuenta en mi propia experiencia de oración.

1. La oración es una arte, requiere un exigente aprendizaje y muchísima práctica, si es que se desea  ser experto en ella, entonces creo que habremos dado un gran paso en la tarea de aprender dicho arte. Por otra parte, se debe tener en cuenta, que la oración debe ser integral, unificadora de todas las dimensiones de la persona. Muchas veces, oramos sólo desde lo pensamientos sin integrar lo sentido y los afectos. No escuchamos tampoco nuestro cuerpo, que es muy sabio para expresar nuestras vivencias internas. Muchos orantes bíblicos han orado desde su verdadera realidad, sin esconder nada a Dios. Se sientes libres de decirle todo a Dios, aunque sean quejas o acciones de gracias, lamentaciones o súplicas. El hombre que ora, debe ser un hombre libre, verdadero y humilde.

2. Muchas veces, una ayuda para la oración que suele pasarse por alto es el <<lugar>>. El lugar que se escoja para orar puede afectar enormemente la oración, para bien o para mal. Jesús escogía determinados lugares para orar. Si alguien no tenía necesidad de hacerlo, sería él, que era el Maestro de la oración y que  estaba en constante contacto con su Padre celestial. Y, sin embargo, Jesús se toma la molestia de subirse a una montaña cuando quiere orar largo y tendido. Acude al Huerto de Getsemaní, que también parece haber sido  uno de sus lugares preferidos de oración. O, simplemente, se retira a lo que los evangelios  llaman <<un lugar desierto>>. Jesús se aleja y escoge un lugar que invite a la oración.  Hay, pues, ciertos lugares que parecen favorecer la oración. La tranquilidad de un  jardín, la paz de una montaña, la infinita extensión del mar, la  terraza abierta a las estrellas de la noche o a la belleza de un amanecer, la sagrada  oscuridad de una iglesia tenuemente iluminada. Estos lugares parecen casi producir por sí solo la oración en nuestro interior.

3. El pueblo de Israel era un pueblo muy religioso; tra­taba con frecuencia de acercarse a Dios en la oración. En los salmos, resuena el deseo de elevar el corazón a Dios en todo momento: el salmista se dirige a Dios no sólo a la hora de la oración en el templo (Sal 55,18), sino siete veces al día (Sal 119,164), desde la mañana temprano y también durante la noche (Sal 5,4; 77,3). Anhela caminar siempre en la presencia del Señor (Sal 88.10; 16,8). ¿Qué tiempo dedicamos a la oración y en qué momentos del día?. Muchas veces, las horas que tiene un día no son suficientes para hacer todo lo que tenemos que hacer. Los cristianos, hemos pensado alguna vez que es una verdadera lástima tener que dedicar una gran parte de ese precioso tiempo a la oración. Si queremos establecer una relación profunda y duradera con alguien,  debemos estar dispuestos a darle a esa relación todo el tiempo que haga falta. Pues bien, lo mismo ocurre con la oración, que, a fin de cuentas, es relación con Dios. A medida que pasan los años, constatamos también que nos hemos engañado a nosotros mismos cuando hemos intentado tranquilizarnos queriendo creer que todo cuanto hacíamos era oración.

4. Sabemos que la oración no es un fenómeno exclusivo del cristianismo. Hemos visto, como durante estos días se han reunido millones de musulmanes para celebrar su tradicional fiesta. La adoración y la imploración tiene una gran importancia individual y social para los musulmanes. He apreciado, últimamente trozos de la película Baraka, en que se combina sólo, música, sonido ambiental e imagen, filmada en 24 países. En ella, se puede apreciar variadas experiencias religiosas y oracionales. La oración, pues, es un fenómeno humano muy extendido. Durantes estos meses, hemos sido conscientes del gran número de oraciones que contiene la Sagrada Escritura, muchos testigos de la fe son verdaderos maestros de oración, y por eso tienen aún significación para nosotros. La oración bíblica no transporta al orante a un mundo que no es el de  aquí abajo, con el fin de gozar prematuramente de lo Absoluto; me inclina la oración a hacer mío su voluntad y el sentido de su promesa y a traducirla en categorías históricas. La oración cristiana exige un ámbito que es de esperanza; es ciertamente un llamamiento de Dios a Dios y que tiene como fundamento su designio revelado.  Lo que nos ofrece la Sagrada Escritura es un testimonio de hombres y mujeres que han vivido una experiencia de encuentro con Dios. Dios quiere autocomunicarse, busca hacer alianza, y continuamente la renueva, pues el pueblo muchas ha endurecido su corazón, se ha cerrado a su acción y ha preferido adorar otros ídolos. Pero Dios sigue acercándose al hombre con un amor misericordioso y entrañable, quiere encontrarse con el hombre y otorgar la salvación definitiva al pueblo escogido.

5. Otras de los temas que me interesaría profundizar, es el verdadero sentido de la oración de petición. Muchos teólogos, desconfían de tanta petición que se realiza en las liturgias y oraciones. Ponemos en duda, lo que se pide, sobre todo, de la actitud que mueve a pedir y de la relación que los creyentes establecen con Dios.¿Qué experiencia y qué imagen de Dios hay debajo de tanta oración de petición?. Es bueno pedir. <<Hay que rogar siempre>> (Lc 18,1). Pero hay que pedir bien y hay que pedir lo que conviene, es decir, lo que Dios quiere. Me parece que es muy importante que nos replanteemos el sentido de la oración de petición, tan frecuentada por el Pueblo cristiano. En realidad, la petición presupone la familiaridad, la amistad, la  confianza. Moisés habló a Dios como un amigo con su amigo; Jesús le ha enseñado a sus discípulos llamar a Dios <<Abbá>>. La petición, se funda en la fe: el Dios a quien me dirijo es aquel que se revela en la misericordia y el amor, es el Padre en el sentido evangélico de la palabra, es decir, que suscita la libertad creadora del hombre al mismo tiempo que ama a cada uno de manera singular. Dios  no ama en general; llama a cada uno por su nombre, y sobre la base de esta vocación, cada uno puede nombrar a Dios como su Dios. En Jesús, Dios nos revela plenamente lo que El es. A partir de su rostro humano podemos deducir que existe, y entrar entonces en la promesa de la donación del Espíritu, que es la primicia del cumplimiento.

6. La oración de Jesús es normativa. Abandona su deseo más legítimo: salvarse de la muerte, para quedarse solamente con el deseo del advenimiento del Reino. La oración lo arranca de su propia preocupación para introducirlo  en otra: la preocupación de Dios; la oración nos eleva por encima de nuestra propia preocupación, haciendo nuestra la preocupación por el Reino. La preocupación de Dios es precisamente preocupación por el mundo. Era más  humano que el hombre Jesús fuese fiel a su tarea y muriese a causa de su fidelidad, que intervenir con su poder y arbitrariamente cambiar el curso de los acontecimientos. Es en este mundo donde el Reino madura, es el hombre quien con el dinamismo del Espíritu lo construye, pero lo construye humanamente, es decir, en las condiciones precarias que tenemos, en medio del pecado, de la ignorancia y frente a la muerte. La originalidad de la oración bíblica es confesar la inserción de Dios dentro de nuestra historia, a fin de realizar en ella su promesa. La oración es el acto por el cual comulgamos con el  deseo de Dios sobre el mundo y nos integramos al dinamismo del Espíritu. En ella el  hombre aprende a superar la satisfacción de su necesidad particular para acceder a la  profundidad de un deseo que únicamente la revelación de Jesucristo saca a la luz. Su originalidad consiste en no sacarnos de la historia para  volcarnos en una contemplación del rostro eterno en Dios, sino en hacer nuestro el deseo de Dios sobre este mundo. No se trata de que las Iglesias se entreguen a una acción que sustituya las diferentes instancias, políticas, culturales o económicas; se trata más bien de incitar a las comunidades a tomar en serio la unión entre toda acción humana, necesariamente profana, y su aspecto explícitamente <<teológico>>, de cual uno de los modos de revelación es la oración. Querer separar oración y acción es rechazar la originalidad propia del cristianismo, que es manifestar la Trascendencia y alcanzarla en el corazón de las mediaciones humanas.

2. Acercamiento a las vivencias e imágenes de Dios que subyacen en los testimonios de los orantes bíblicos

Durante la vida, he aprendido que no se puede absolutizar ciertas imágenes de Dios. Las imágenes, son símbolos que expresan ciertos rasgos y propiedades de Dios, pero que de ninguna manera pueden agotar lo que él es. Dios mismo, trasciende cada una de estas imágenes.

1. Dios como esposo de Israel: El nombre de esposo es uno de los que se da Dios (Is 54,5) y que expresa su amor a su criatura. No se trata de un mito, como los que hay en la religión cananea, donde el dios esposo fecunda la tierra de la que es el Baal (Os 2,18; Jc 2,11s). El Dios de Israel es esposo, no de su tierra, sino de su pueblo. Veamos cuál es la experiencia del profeta Oseas.

Oseas toma por esposa a una mujer a la que ama y que le da hijos, pero que lo abandona para entregarse a la prostitución en un templo. El profeta la rescata y la conduce de nuevo a casa. Un tiempo de austeridad y prueba la preparará para volver a ocupar su puesto en el hogar (Os 1‑3). En esta experiencia conyugal descubre el profeta el misterio de la relación entre el amor de Dios que se une con un pueblo y la traición de la Alianza por Israel. La alianza adopta un carácter nupcial. La idolatría es un adulterio. La ira divina es la de un esposo, que, castigando a su esposa infiel, quiere volverla al buen camino y hacerla de nuevo digna de su amor. Este amor tendrá la última palabra; Israel volverá a atravesar el desierto (Os 2,16s); nuevos esponsales prepararán nupcias que se consumarán en la justicia y en la ternura; el pueblo purificado conocerá a su esposo y su amor fiel (Os 2,20ss).

También Jeremías reasume el simbolismo nupcial para oponer la traición y la corrupción de Israel al amor eterno de Dios (Jr 2,2.20; 31,3). Las imágenes de Ezequiel, todavía más crudas, representan a Israel como una niña abandonada, a la que su salvador toma por esposa después de haberla educado, y que se prostituye; pero si ella ha roto la alianza que la unía a su esposo, éste restablecerá la alianza (Ez 16,1‑43.59‑63; 23).

Esta imagen, puede servir de imagen para una experiencia espiritual profunda de todo cristiano. En toda la historia de la espiritualidad, ha estado presente la imagen del Hijo que se une esponsalmente a la Iglesia y que sirve de modelo para la unión del alma humana con Dios. Toda unión esponsal implica un reciprocidad, una alianza, un pacto que es amor y fidelidad. En estos tiempos, en que muchos matrimonios sufren crissi y que el mismo sacramento está en crisis, esta imagen de una relación esponsal con Dios, es muy iluminadora, para saber hacia donde encaminar un proyecto que dos personas han optado cpor construir.

2. Dios como pastor de Israel : El profeta Ezequiel ha recibido de Yahvéh la exigencia de profetizar contra los pastores de Israel, que sólo se apacientan a sí mismos (Ez 34,2). El profeta dice que sólo Yahvéh será el pastor de Israel, que él cuidará su rebaño y velará por él (Ez 34,11ss). Pastoreará con justicia (Ez 34,16), y por último, el profeta expresa que este pastor suscitará un representante suyo como David, sin mencionar que será rey. Es una profecía mesiáni­ca, que desborda la función temporal del rey. La misma idea se encuentra expuesta en el Sal 23, en que Yahvéh se muestra como el pastor que conduce a los suyos a los prados y al solaz. En la Iglesias hay una gran insistencia en que es no estamos en una época de grandes experiencias pastorales masivas¸sino más bien, se necesita de un acompañamiento a pequeñas comunidades y a cristianos que valientemente, anunciar el reino en medio de una sociedad secualrizada. Los nuevos pastores, deben estar al servicio de su comunidad, en especial de los más débiles y necesitados y preocuparse de crear lugares en que sus fieles, puedan beber de fuentes de espiritualidad y compromiso.

3. Dios como Padre en la revelación del Antiguo Testamento: A partir del exilio se insinúa esta idea. Dios aparece como el único Padre de su pueblo (Ez 33,24). La espiritualización progresiva de la idea de paternidad del hombre hizo posible la revelación de la de Dios. El exilio fue la ocasión de encarecer la permenencia de la paternidad de Yahvéh (Is 63,7‑16): pese al contraste, la paternidad puede atribuirse a la vez a los antepasados y a Dios. Yahvéh no se identifica con ningún dios de los paganos, pues es único, no tiene sexo ni hijo en sentido carnal. Yahvéh es procreador (Dt 32,6) en sentido moral. Si es padre también en cuanto creador (Is 64,7; Ml 2,10; Gn 2,7; 5,1ss), no lo es por medio de monstruosas teogonías como en los mitos babilónicos.

En un principio la paternidad divina se concibe sobre todo en una perspectiva colectiva e histórica: Dios se reveló como padre de Israel en el éxodo, mostrándose su protector y su señor; la idea básica es la de una soberanía benéfica que exige sumisión y confianza (Ex 4,22; Nm 11,12; Dt 14,1; Is 1,2ss; 30,1.9; Jr 3,14). Oseas y Jeremías conservan la idea, pero la enriquecen subrayando la inmensa ternura de Yahvéh (Os 11,3s.8s; Jr 3,19; 31,20).

A partir del exilio, mientras se continúa explotando el mismo tema de la paternidad de Dios fundada en la elección (Is 45,10s; 63,16; 64,7s; Tb 13,4; Ml 1,6; 2,10; 3,17), a la que el Cántico de Moisés añade la idea de adopción (Dt 32,10) y ciertos salmistas (Sal 27,10; 103,13) y ciertos sabios (Pr 3,12; Si 23,1‑4; Sb 2,13‑18; 5,5) consideran también a cada justo como hijo de Dios, es decir, objeto de su tierna protección. A partir de David la paternidad de Yahvéh se reivindica especialmente para el rey (2S 7,14s), por el que el favor divino alcanza a toda la nación que representa.

4. El rostro materno de Dios: Gracias a un buen número de teólogas, se ha podido desarrollar en la actualidad el tema de los rasgos femeninos de Dios, intentado cambiar la tendencia histórica en donde los antropomorfismos han pasado a ser andromorfismos. Estamos tan acostumbrados a ellos que muchas veces no nos damos cuenta de que los usamos. Se dice que los ángeles no tienen sexo, pero les llamamos Miguel o Rafael. Hablamos del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob pero no del Dios de Rebeca, Sara o Raquel.

Además cuando imaginamos a Dios con los caracteres de un solo sexo y eso resulta ser el dominante es inevitable que la imagen de Dios acabe legitimando esa dominación y acabe convirtiéndose en una superestructura ideológica para mantener la subordinación de un sexo a otro.

A partir del siglo VI, el, el rígido monoteísmo israelita, junto con la visión masculina de la mentalidad judía, era natural que atribuyesen a Dios características masculinas y excluyera rasgos femeninos, sobre todo en la primera etapa de instalación en Canaán. Una vez instalados en Palestina, entre los judíos fue surgiendo la figura de un Dios compasivo al que se le fueron atribuyendo rasgos maternales.

En Is 46,3 se lee: “ Escúchame casa de Jacob, y todos los supervivientes de la casa de Israel, los que habéis sido transportados desde el seno, llevados desde el vientre materno”. Y en Mt 20,34: “Movido a compasión, Jesús tocó sus ojos y al instante recobraron la vista y les siguieron”. Y en Lucas varias veces se lee que a Jesús “ se le conmovieron sus entrañas”.

La palabra vientre, traduce al hebreo “réjem”, matriz, y de ahí viene el adjetivo “rajum”, misericordioso. Los sentimientos tenían su origen estaban alojados ; para la mentalidad semita, los sentimientos estaban alojados, tenían su origen, precisamente en el vientre materno.

Otro texto más decisivo es Is 42,12 donde Dios dice de sí mismo: “...Estaba mudo desde mucho tiempo, había ensordecido, me había reprimido; como parturienta grito, resoplo y jadeo entrecortadamente”. Y Os 13,8 hablando de la ingratitud de Israel: “ Caeré sobre ellos como una osa privada de cachorros, desgarraré las telas de su corazón, los devoraré allí mismo cual leona, cual bestia salvaje que los hace trizas”.

Otros textos hablan de dios como una nodriza que alimenta a su pueblo con su leche.

En Núm 11,12: “¿ Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz para que me digas: llévalo en tu regazo como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con juramento a sus padres?” o el Sal 131, 2 : ¿No guardo silenciosa mi alma como niño destetado en el regazo de su madre?

Otro texto importante es Os 11, 1 - 9: “Cuando Israel era niño, yo lo saqué de Egipto... yo le enseñé a Efraín a caminar, tomándole en mis brazos, más no supo que yo cuidaba de él; con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla, se inclinaba hacia él para darle de comer... no ejecutaré el ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque soy Dios y no hombre, en medio de ti, Yo, el santo, y no me gusta destruir”

3. Una lectura imperdible: Ignace de la Potterie, La oración de Jesús, PPC, Madrid, 1999

Dice el autor que en la oración, el hombre dirige una mirada límpi­da y objetiva a la propia interioridad y ve la orienta­ción fundamental y más auténtica de la propia existencia. La oración lo eleva por encima de la cotidianidad de sus ocupaciones profanas, lo libera de una visión mun­dana de la existencia y le hace arrodillarse ante Dios, en actitud de orante, pecador o niño, para pedir a Dios, darle gracias o hablarle con confianza. Así entra en el mundo trascendente que, en la vida ordinaria, queda inaccesible para la mayor parte de los hombres.

Los evangelios nos hacen ver que Jesús ha alcanza­do la más alta perfección de oración; nos hacen per­cibir algo de la sublimidad, pero también de la sen­cillez y profundidad esenciales de su oración. Al mis­mo tiempo, nos ponen ante un misterio: el misterio de Jesucristo hombre-Dios. Su oración ha sido tam­bién la expresión de su plena sumisión a la voluntad del Padre, que está tan estrechamente unida al cum­plimiento de su misión mesiánica de salvación.

1. LOS LUGARES EN QUE JESÚS ORABA

Jesús ha sido un judío de su tiempo y ha vivido en el marco de la re­ligión judía. No ha roto con la tradición, sino que ha profundizado en ella y la ha renovado desde dentro.

En tiempo de Jesús, el templo tenía mucha importancia en la vida de los ju­díos, además, se habían multiplicado las sinagogas. Después del templo, era la sinagoga el lugar considerado más adecuado para la oración. También se podía orar en otras partes: por ejemplo, en las esquinas de las pla­zas (Cfr. Mt 6,5), o, en casa, en la azotea o en la habi­tación de arriba (cfr. Dn 6,11; Hch 10,9). Jesús ha respetado esas tradiciones de oración y se ha integrado en ellas.

Jesús ha participado regularmente en las oraciones oficiales de la sinagoga judía. En los evan­gelios se dice varias veces que se presentaba el sábado en la sinagoga como maestro (Mc 1,21 y Lc 4,31; Mc 6,2 y Lc 4,16; Lc 13,10)

Participando regularmente en estas celebraciones, a las que los judíos daban mucha importancia, tuvo que aparecer en su ambiente como una persona que res­petaba y vivía fielmente las tradiciones de Israel.

No se hace mención ex­plícita de la oración de Jesús en el templo o en la si­nagoga; nunca se dice que haya orado en esos lugares. Para afirmarlo, hay que deducir del contexto. Pero los evangelios nos dicen más a menu­do que para orar iba a otra parte, solo y preferente­mente a lugares solitarios. Su oración no estaba liga­da al templo y a la sinagoga, como la de los demás ju­díos.

El lugar que Jesús elegía para orar habitualmente era un sitio un poco aislado, un monte, el huerto de los olivos, etc. (cfr. Mc 1,35; 6,46; Lc 4,42; 5,16; 6,12; 9,18). Al principio de su vida pública, se sien­te movido por el Espíritu al desierto, para pasar allí cua­renta días de ayuno y oración. Jesús cuando quiere ha­blar libremente y en la intimidad con el Padre, Jesús escoge la soledad completa. Eso es también lo que ha recomendado a sus discípulos (Mt 6,6).

2. LOS MOMENTOS EN QUE JESÚS ORABA

Jesús parti­cipaba en las oraciones cultuales del sábado en la si­nagoga y, de las fiestas importantes, en el templo. Como todos los judíos de su tiempo, también él re­citaría las oraciones prescritas. En cuanto a los tiempos y al ritmo de la oración de Jesús, los hacen ver la estrecha relación entre esa oración de Jesús y los momentos decisivos de su misión mesiánica. Jesús no se ha limitado a seguir una tradición religiosa; ha ora­do, ante todo, en los momentos y en los acontecimientos importantes y determinantes para la venida del reino de Dios. Pero eran, sobre todo, las etapas decisivas de su mi­sión mesiánica lo que Jesús preparaba en el silencio de la oración, a menudo durante varias horas. (Lc 3,21; Lc 6,12; 9,18). Jesús no sólo ha continuado la gran tradición de oración de Israel, sino que la ha superado y le ha dado una nueva dimensión. Jesús está en el centro del tiempo de salvación. Con él, empieza una época nueva. El es el nuevo templo de la presencia de Dios, como lo hace notar es­pecialmente Juan en su evangelio. Pero aquí se nos abre todo un campo para seguir profundizando.

3. LA ACTITUD EXTERNA DE JESÚS EN LA ORACIÓN

El pueblo de Israel tenía elaborado un rico ritual del culto divino. La actitud externa tiene una gran importancia En los salmos, son frecuentes las descripciones de gestos y movimientos, tan llenos de valor simbólico. Arrodillarse, inclinarse, postrarse en tierra (cfr. Sal 95,6; 96,9) eran actitudes de oración habituales en Israel. A veces, en señal de alegría, se ba­tían palmas durante el culto (Sal 47,2; 98,8); y, du­rante la oración, existía la costumbre de alzar las ma­nos al cielo o en dirección del templo (cfr. Sal 88, 10; ‘34,2).

Para Jesús, tienen más im­portancia sólo las disposiciones interiores. Los gestos y las actitudes externas sirven para expresar esos sen­timientos en la oración, pero, en sí, son menos impor­tantes y nunca son un elemento esencial de la oración cristiana.

Jesús no ha abolido los usos y costumbres de la oración judía. Iba al templo y a la sinagoga, observa­ba las oraciones prescritas, oraba preferentemente con los salmos y conservaba en su actitud externa de ora­ción la mayor parte de los gestos tradicionales, que podían servir de ayuda a los sencillos para dirigirse a Dios. Pero todo esto era secundario para él. Entre los judíos de su tiempo, la oración había perdido parte de su sublimidad y de su calor; se había hecho plana y un tanto rígida por las muchas prescripciones.

  1. Jesús, el Hijo de Dios, ¿podía orar realmente?

Algunos autores han destacado muy acertadamente que la oración de Jesús nos pone ante el misterio de su persona. Parece que en él hay una existencia que nos sobrepasa. C­ada evangelista habla de ella a su modo. Nin­guno de ellos pretende desvelarnos el secreto en su totalidad.

Orar presupone saber que hay una gran distancia entre la criatura y Dios, darse cuenta de la propia indigencia, debilidad e impotencia, y también tener conciencia de ser pecador. ¿Qué sentido tiene, entonces, hablar de oración en el caso de Jesús?

Nosotros no hemos re­cibido sólo un resplandor de su gloria, sino que hemos contemplado la gloria en su carne: el Verbo se hizo carne y habité entre nosotros (Jn 1,14).

Reconocer que Jesús podía o, mejor, tenía que orar significa reconocer su natura­leza humana y su voluntad humana. Se pone aquí un problema de teología especulati­va: ¿podía orar Jesús? La respuesta de santo Tomás a estas objeciones es muy simple. Ante todo, opone a ellas el simple hecho de que los evangelios atestiguan que Jesús ha orado. Santo Tomás da una explicación de carácter teológico y filosófico, tra­tando de demostrar que para Jesús era posible y con­veniente orar: En Jesús hay dos voluntades —la divi­na y la humana—, y la voluntad humana no es capaz de hacer por sí sola lo que quiere, sin el recurso al po­der divino; por eso, Cristo, como hombre con volun­tad humana, podía orar.

5. LA ORACIÓN Y LA CONCIENCIA MESIÁNICA DE JESÚS

Al principio de su vida pública, Jesús anuncia so­lemnemente: Convertíos, porque el reino de Dios está cerca (Mt 4,17. Cfr. Mc 1,15). El Reino de Dios que Jesús proclama no tiene nada que ver con un reino político. Si su obrar era re­almente mesiánico, Jesús tenía que tener la concien­cia profunda de ser el Mesías. Él se atribuye un verdadero poder, una ver­dadera soberanía: sobre los hombres, a los cuales lla­ma a seguirlo, sobre los espíritus impuros, a los que les priva de su poder, sobre la conciencia de los hombres, a los que libera de los pecados, y hasta sobre el sába­do, instituido por Dios. El mesianismo que reivindi­ca toma una dimensión, cada vez más explícitamente, espiritual y trascendente.

En todo su obrar, Jesús ma­nifiesta la conciencia de ser el Mesías de Dios. Se con­sidera portador de la soberanía divina, y a ella se so­mete completamente. Este último aspecto (la obe­diencia de Jesús) tiene tanta importancia como el otro (la soberanía de Jesús), como veremos en el capítulo siguiente.

El autor bellamente ha recorrido cronológicamente, desde el principio de su vida pública hasta la cruz, para ver que la mayor parte de sus oraciones tienen rela­ción con su misión mesiánica. Mencionaré sólo algunas perícopas que el autor analiza en profundidad.

- El bautismo de Jesús (Le 3,21-22): Jesús estaba orando, cuando se inaugura su misión mesiánica. Mientras Jesús oraba “se abrió el cielo” y se producen dos acontecimientos: el Espíritu Santo desciende sobre Jesús y una voz venida del cielo se dirige a él. Una oración estrechamente ligada a su misión.

- La elección de los doce apóstoles (Lc 6,13-16). Lucas es el único evangelista que hace que la elec­ción de los doce apóstoles vaya precedida de una lar­ga oración nocturna de Jesús. El evangelista dice que Jesús ha preparado esta elección en la oración. Aunque no se nos diga el contenido de esa oración, las circunstancias nos lo hacen intuir con bastante claridad. Jesús ha orado por sus discípulos, muy especialmente por los Doce, para que permanezcan fieles a su llamada.

- La confesión mesiánica de Pedro (Le 9,18-22)

Pedro está en disposición de confesar su fe en nombre de los Doce. Pero ¿de qué fe se trata? Jesús quiere impedir que los discípulos, al reconocer en él al Mesías, se inclinen por una visión política. Jesús ora por él, pero, sobre todo, por los Doce, que tienen tanta dificultad para comprender y aceptar el significado religioso de su mesianismo. Ora por la purificación de la fe de sus discípulos, que ten­drá que realizarse a través de la experiencia del miste­rio pascual de sufrimiento y muerte, para llegar a su ple­na maduración en Pentecostés.

- Las oraciones de Jesús en la Última Cena

La Última Cena es el momento privilegiado que Jesús ha reservado de modo especial para sus reco­mendaciones más urgentes a sus discípulos. El objetivo de la oración de Jesús en este momento supremo es, sin duda, ha­cer partícipes a sus discípulos del misterio de la propia vida. Jesús ora para que los discípulos puedan conocerlo más profundamente, acepten su mensaje mesiánico en su auténtico significado, vivan en la verdad y crezcan en la fe y en el amor .

6. LA VOLUNTAD DEL PADRE EN LA ORACIÓN DE JESÚS

¿Po­día Jesús orar por el cumplimiento de la voluntad de Dios, cuando, como Hijo de Dios, estaba tan íntima­mente unido al Padre? La oración de Jesús era un penetrar en la voluntad del Padre, una aceptación amorosa de la voluntad de Dios: Sí, Padre, pues así te ha parecido bien (Mt 11,26). Y, sin embargo, Jesús en su pasión ha experimentado toda la angustia y la lu­cha humana. Su naturaleza se rebelaba contra el su­frimiento y la muerte; pero también en esta circuns­tancia su oración ha sido: No se haga mí voluntad, sino la tuya (Lc 22,42).

En los evangelios el tema de la voluntad del Padre se manifiesta en diversos momentos tales como: La oración de Jesús en el desierto (Mt 4, 1ss.; Lc 4, 1ss); en el himno de alabanza al Padre (Lc10, 21-22; Mt 11,25), en cual el motivo de la oración es la difusión del reino de Dios y la voluntad del Padre de revelar los secretos del reino sólo a los pequeños y sencillos. El reino de Dios y la voluntad del Padre son los dos polos que han atraído los pensamientos, los deseos y ,las oraciones de Jesús. En todo veía siempre al Padre. , El Padre , era para él la grande y única realidad en que vivía y a la que quería orientar todo. Así, en este importante pasaje, se ve claramente que Jesús ha juntado, de manera miste­riosa, su sumisión al Padre y su vida de Hijo del Pa­dre. También está presente en la oración en el Huerto de los Olivos y en la oración de Jesús en la cruz.

7. LA ORACIÓN FILIAL DEL HIJO UNIGÉNITO DEL PADRE

El aspecto más característico de la oración está en que su plegaria tiene su fundamento en una comunión ori­ginaria, que es la del Hijo con el Padre. Es eviden­te que esta comunión profunda no se encuentra en nin­guna otra oración de ningún otro hombre más que en un sentido analógico. Para dirigirse a Dios en la oración, Jesús emplea­ba una fórmula sin precedentes en la Biblia y en la tra­dición judía: Abba, Padre mío. También nosotros lla­mamos a Dios con el nombre de <<Padre>>; pero, en el modo como Jesús expresa esta relación, hay un matiz misterioso, que no aparece con claridad inmedia­tamente, pero que, en todo caso, es única. Jesús en su persona es adhesión total al Padre. Co­noce todos los secretos del Padre y pide sólo lo que sabe que es la voluntad y el beneplácito del Padre. Ha­biendo visto al Padre, ha oído la expresión de su vo­luntad y sabe que el Padre se complace en él; por eso, está también seguro de que su oración será escucha­da.

4. Análisis de los textos oracionales de Moisés.

Los textos que estudiaremos (Ex 32, 30-35 y 33, 7-17), se encuentran dentro del contexto de la Apostasía de Israel, significada por el becerro de oro y la correspondiente renovación de la alianza. La figura de Moisés, mediador entre Dios e Israel, domina estos capítulos. Estos relatos nos subrayan la gran intimidad del mediador con su Dios. La intimidad de Moisés con el Señor es asombrosa y es precisamente debido a esa intimidad por lo que es mediador entre Dios y el pueblo: parece que Moisés no hace más que subir al monte y bajar de él, y lo que transmite a su pueblo es lo que ha recibido en la presencia de Dios

El pecado[1], está presente en el mundo desde los orígenes de la humanidad, acompaña a toda la historia de Israel. En el momento mismo en que Dios establece alianza con su pueblo y se compromete con el dando a Moisés las "tablas de la alianza" (Ex 31 18). El pueblo pide a Aarón un dios que no esté tan lejano e invisible, hecho a su medida. Un dios que camine con el pueblo allí donde éste quiera llevarlo y no que le ordene al pueblo caminar con él.

1. Ex 32, 30-35

El cap. 32 tiene su cumbre en la oración de Moisés, gracias a la cual libra a Israel de una  destrucción completa; si continúa la alianza de Dios, se debe a la súplica de Moisés. Todo  el plan redentor del Señor estaba amenazado con arruinarse.

Nos encontramos ante una oración de intercesión, una oración conmovedora, una oración de solidaridad. Moisés, el orante, no cede a la tentación de alejarse de los israelitas inconstantes sino que se reconoce uno de ellos y sólo así su voluntad poderosa, hecha débil, podrá salvar a todos. Moisés está ligado a su  pueblo y permanece fiel al lazo que lo une. Dios puede renegar de él, Moisés no, ni quiere:  participará de la condenación divina en vez de dejar de pertenecer al pueblo hebreo.

Segun Sanz[2], estamos ante una corrupción de Israel, en que ha olvidado el segundo mandamiento. Se construye una imagen de dios, cayendo no en el politéismo, sino en la idolatría.

Análisis del texto.

30 Al día siguiente, Moisés dijo al pueblo: «Habéis cometido un gran pecado. Ahora subiré a Yahvéh; acaso pueda obtener el perdón para vuestro pecado.»

Moisés había logrado ya el perdón, pero vuelve a la montaña para obtener que Yahvéh renueve su alianza con el pueblo. Moisés intercede ante Yahvéh y a modo de un mediador cúltico trata de expiar el pecado de su pueblo. La idolatría, que es el gran pecado que cruza toda la historia de Israel, tiene hoy en América Latina, a mi modo de ver, grandes resonancias. Sin duda que el secularismo del primer mundo, ha ido contagiando la cultura latinoamericana. En nuestros países, un gran porcentaje de la población se considera creyente, pero habría que preguntarse de qué Dios; los mismos obispos en la Conferencia de Santo Domingo, han dicho, que el problema no es el ateísmo, sino los cultos idolátricos, los nuevos dioses que van apareciendo en la sociedad: el dinero, el deseo de poder desmedido, la corrupción, la lucha desenfrenada por el éxito, la injusta desigualdad social, etc.

Luego, Moisés inicia el diálogo con Yahvéh:

31 Moisés volvió a Yahvéh y dijo: <<Este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse un dios de oro. 32 Pero ahora, ¡si quieres perdonar su pecado...!, si no, bórrame del libro que has escrito.

En su primera intercesión Moisés reconocía implícitamente el pecado de su pueblo; ahora lo hace de manera totalmente explícita: <<Este pueblo ha cometido un gran pecado>>. Hay un verdadero reconocimiento del mal. Lo más notable de estos versículos es que Moisés intercede por su pueblo sintiéndose solidario con ellos.[3] En lugar de hacer distinciones entre el pueblo pecador y él, el hombre de Dios, se identifica con su pueblo

Yahvéh quería recomenzar sólo con Moisés (Ex 32, 10), pero éste insiste en que Dios perdone a su pueblo “si no, bórrame del libro[4] que has escrito". Moisés manifiesta en esta situación de crisis su sentido corporativo: se hace eco del clamor del pueblo, renunciando a su privilegio. Tiene entrelazado fuertemente su propio destino con el del pueblo. Desde el horizonte del futuro del pueblo, Moisés enfoca su propia vida. Ama a su pueblo con el cual se identifica incondicionalmente. Moisés es un hombre orante que ruega e intercede por Israel. El y su pueblo forman una unidad inseparable, incluso ante el Señor, Moisés quiere  participar hasta sus ultimas consecuencias en el destino del pueblo al que Dios lo había puesto como su líder.

Sigue el texto diciendo:

33 Yahvéh respondió a Moisés: «Al que haya pecado contra mí, lo borraré yo de mi libro. 34 Ahora ve y conduce al pueblo adonde te he dicho. Mi ángel irá delante de ti, mas llegará un día en que los castigaré por su pecado.» 35 Y Yahvéh castigó al pueblo por lo que había hecho con el becerro fabricado por Aarón.

Dios es sensible, entrañable, benévolo. Le llegan nuestros problemas y le duelen nuestros sufrimientos. El Dios que se manifiesta a Moisés es el Dios de la historia, el Dios que acompaña y se ha hecho solidario con los hombres. No es un Dios frío y distante: es el Dios que actúa y que actuará. Dios perdona al Pueblo y restablece con el la alianza, pero mantiene su voluntad de castigar. Antes era Yahvéh el que estaba con el pueblo, ahora es un ángel, un mensajero, un ministro el que acompaña al Pueblo.[5] Dios debe precisar de nuevo las relaciones con el pueblo, que habían sido profundamente trastornadas.

En resumen, Moisés dialoga con Dios y escucha las duras quejas y acusaciones del Señor, pero acaba por medio de su oración de intercesión, consiguiendo el perdón: la justicia no excluye la misericordia. Dada su santidad y la situación de pecado en que andan, la presencia del Señor sería aniquiladora, por eso le promete la guía de un ángel.


2. EX 33, 7-17

Estos capítulos tratan de las instituciones mediadoras creadas por Yahvéh: el ángel de Yahvéh, la tienda y el tabernáculo. Son signo de la ira divina, pues la santidad de Yahvéh destruiría Israel. El mismo protege al pueblo contra el contacto aniquilador.[6] En el monte es donde parecen encontarse el cielo y la tierra, donde Moisés trata con el Señor. Yahvéh baja “en forma de nube”, es decir, envuelto en su misterio. Allí o en la Tienda del Encuentro Yahvéh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo.

El Señor, sin dejar de ser el invisible, establece con Moisés una comunicación profunda y una comunión de vida insospechadamente íntima.

El autor sagrado no encuentra palabras para conjugar esta experiencia real e intensa de Moisés, con el hecho de que Dios es «siempre más», más de lo que el hombre puede concebir, entender o experimentar.

Análisis del texto.

7 Moisés tomó la Tienda y [la] plantó a cierta distancia fuera del campamento; la llamó Tienda del Encuentro. El que tenía que consultar a Yahvé salía hacia la Tienda del Encuentro, fuera del campamento. 8 Cuando Moisés salía hacia la Tienda, todo el pueblo se levantaba y se quedaba de pie a la puerta de su tienda, siguiendo con la vista a Moisés hasta que entraba en la Tienda. 9 Al entrar Moisés en la tienda, bajaba la columna de nube y se detenía a la puerta de la Tienda, mientras Yahvé hablaba con Moisés.10 El pueblo, al ver la columna de nube a la puerta de la Tienda, se prosternaba junto a la puerta de su tienda. 11 Yahvé hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Luego Moisés volvía al campamento, pero su ayudante, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del interior de la Tienda.

En primer lugar este texto no es una unidad. Según el v. 7 cualquier israelita puede visitar la tienda.[7] Sin embargo, según el v. 8 sólo Moisés la visita, mientras que el pueblo permanece en sus tiendas con profundo respeto. Según el v. 11b, un representante reside permanentemente en la tienda. Sin embargo, el v. 11a, presupone que el diálogo íntimo entre Dios y Moisés excluye la presencia de una tercera persona. Por último, el v.7 afirma que la tienda está fuera del campamento, en cambio, los vv. 8 y 10, suponen que la tienda está situada en medio del campamento.

La tradición Elohista ha introducido cambios en una tradición más antigua sobre la tienda, con el fin de demostrar que la teofanía de la tienda es una reproducción en miniatura de la revelación del Sinaí. Tanto la montaña como la tienda están fuera del campamento (V. 7; Ex 19,7). Está fuera del campamento, por que todavía está manchado por la ignominia del becerro. En ambos casos el pueblo permanece a distancia. En ambos casos una nube indica la presencia divina y se aprecia en ellos la asistencia de Josué a Moisés. En los dos momentos, Moisés aparece en una relación íntima con Dios.

La oración se expresa como una función entre lo divino y lo humano, cuyo encuentro entre Dios y Moisés es de una profundidad y cercanía total: habla con él como con un amigo, aunque no dice que lo vea. Estos versículos revelan nuevamente la conciencia de Moisés como mediador. Dios se manifiesta en forma de columna de nube. Esta señal elocuente, indica que Yahvéh está con Moisés. Por eso el pueblo, al ver bajar la columna de nube, se postraba rostro en tierra, al estilo oriental, pues se encontraba ante la presencia de Dios.

Continúa el relato del Éxodo diciendo:

12 Moisés dijo a Yahvé: <<Tú me has dicho: conduce a este pueblo', pero no me has indicado a quién enviarás conmigo; a pesar de que me has dicho: Te conozco por tu nombre, y también: Has obtenido mi favor. 13 Ahora, pues, si realmente he obtenido tu favor, enséñame tu camino y sabré que he obtenido tu favor; mira que esta gente es tu pueblo.>> 14 Yahvé respondió: <<Yo mismo iré contigo y te daré descanso.>> 15 Moisés contestó: <<Si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí. 16 Pues ¿en qué podrá conocerse que tu pueblo y yo hemos obtenido tu favor, sino en el hecho de que tú vas con nosotros? Así, tu pueblo y yo nos distinguiremos de todos los pueblos que hay sobre la tierra.>> 17 Yahvé respondió a Moisés: <<Haré también esto que me pides, pues has obtenido mi favor y yo te conozco por tu nombre.>>

Es un texto que muestra la posición de Moisés respecto de Yahvéh. Para Moisés un simple ángel no basta para guiar el pueblo. Apelando a su condición de amigo íntimo de Dios, Moisés intercede por su pueblo. Si la posición del jefe es auténtica, la conclusión divina debe asegurar el porvenir del pueblo. El v. 14 muestra que la petición tiene éxito, sin embargo, afecta sólo a Moisés. Moisés insiste, demostrando que la intimidad divina sólo es real si queda incluido el pueblo (vv 15-16).

En esta relación intimista con Yahvéh, es llamativo las veces en que Moisés se dirige al Señor con un “tú”, apelando a que Dios le considera su hombre de confianza. El Señor le ha ordenado conducir al pueblo hasta la tierra prometida. Esta oración de petición de Moisés, que no tiene para nada un carácter individualista, -lo hace en nombre del pueblo-, ruega al Señor que esté dispuesto a perdonar y olvidar, lo que se manifestará en la posterior asistencia divina. El Señor accede y les acompañará personalmente por el camino y les dará la paz y el bienestar que buscan. Esta oración obtiene sus frutos. Dios ha perdonado a su pueblo y quiere renovar las relaciones que han sido destruidas por el pecado. Moisés quiere que se haga evidente el don de la elección y que todos los pueblos se den cuenta de que el Señor, considera a Israel, especialmente suyo.

En resumen, esta oración de Moisés es un auténtico diálogo entre dos amigos. Gradualmente, Yahvéh ha ido revelando su voluntad y la actitud con Moisés y el pueblo, es ejemplo de su divina condescendencia para con los hombres.

Bibliografía básica

Ignace de la Potterie, La oración de Jesús, PPC, Madrid, 1999

William Farmer et al., Comentario bíblico internacional : comentario católico y ecuménico para el siglo XXI, Estella (Navarra); Verbo Divino, 1999

Juan Guillén Torralba et al., Comentario al Antiguo Testamento I, La Casa de la Biblia, Madrid, 1997

Enrique Sanz Giménez-Rico, Cercanía del Dios distante : imagen de Dios en el libro del Éxodo, UPCO, Madrid, 2002

Ambrogio Spreafico, El libro del Éxodo, Herder, Barcelona, 1995

Gerhard von Rad , Teología del Antiguo Testamento, Sígueme, 4ª ed., Salamanca, 1980


[1] El pecado consiste tambien aquí en una negativa a obedecer, que más profundamente, es negativa a confiar en Dios y a abandonarse a él, reconociéndolo como el único suficiente, como el único de quien el hombre recibe su existencia y a quien sólo debe servir (Dt 6,15). Aquí está la raíz del pecado en cuanto idolatría. Este tema volverá a ser recordado y destacado especialmente por los profetas.

[2] Cf. E. Sanz Gímenez-Rico, Cercanía del Dios distante, Comillas, Madrid, 2002, p.286

[3] Por así decir, se pone del lado de los que merecen ser castigados -cuya culpa no excusa ni justifica- haciéndose uno con ellos. Vemos ya aquí esbozada la actitud de Pablo: «Siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón, pues desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza...» (Rom 9,23). Más aún, anticipa la postura del mismo Cristo haciéndose uno de tantos, pasando por un pecador y un maldito (Gal 3,13), poniéndose del lado de los pecadores, pidiendo al Padre su perdón, dando la vida por ellos.

[4] El libro simbólicamente se refiere al Libro de la vida que aparece en el S. 68, 29. Borrar del libros es excluir del Reino, de su amistad y de su comunión con Dios (Cf. Rm 9,3). Schwantes, dice que : “El concepto de libro de Dios era conocido en el antiguo Oriente Próximo, y ocupaba su puesto habitual en la leva militar, donde la vida de los inscritos en el libro estaban llenas de peligro. En esta sección, Israel adapta esta tradición. Cuando se hacía un censo (Ex 30, 11-16), se llevaba a cabo un rito de expiación, y los nombres de los israelitas eran inscritos en tablas. Los así inscritos gozaban de los derechos de los miembros de la milicia de Dios, por ejemplo, la posesión de la tierra, el culto en el santuario. Cualquiera que fuera borrado de las tablas quedaba situado entre los muertos, esto es, se parado de al comunidad. “ M. Schwantes, Éxodo, En: Comentario Bíblico Internacional, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1999, p. 405

[5] La ruptura tuvo como consecuencia que Yahvéh se niega a seguir guiando personalmente al pueblo. Yahvéh no abandona su plan salvífico, pero si él marchara con Israel, su proximidad lo destruiría. Cf. G. Von Rad, Teología del Antiguo testamento, Tomo I, Salamanca, 1972, p. 357

[6] Cf. G., Von rad, o. cit., p. 360

[7] Es probable que la tienda fuera un lugar primitivo para las reuniones religiosas y cultuales de Israel. Dios se comunica con Moisés antes de la construcción del tabernáculo.

La necesidad neurótica

 

1. Definición de tendencia neurótica

La teoría de Karen Horney se ubica en la corriente psicoanalítica, en su rama culturalista, ya que considera fundamentalmente al individuo y sus conflictos como producto de su ambiente cultural.

Las tendencias neuróticas las define como los impulsos inconscientes, desarrollados para poder afrontar la vida, pese a los temores, a la impotencia y al aislamiento. La génesis de estas tendencias se producen en las etapas iniciales de la vida, por un efecto combinado de las influencias temperamentales y ambientales. Es importante conocer los factores que en la infancia favorecerían el desarrollo de la ansiedad básica que, según Horney, es la fuente de las necesidades neuróticas.

2. Características de las tendencias neuróticas

Son inconscientes: Las tendencias son inconscientes, aunque la persona puede tener consciencia de sus efectos. De este modo, se atribuirá a sí mismo determinados rasgos del carácter (por ejemplo, puede llegar a advertir que tiene una necesidad de afecto o perfección), pero nunca se da cuenta hasta que punto está bajo el dominio de esos impulsos, hasta que punto determinan su vida.

Son compulsivas: Está característica se expresa en dos formas: primero, sus objetivos son perseguidos indiscriminadamente y estos con un menosprecio de la realidad y por el verdadero interés personal. Segundo, se produce una reacción de angustia tras la frustración.

Horney hace la siguiente distinción entre los sentimientos normales y las tendencias neuróticas : las actividades neuróticas son casi una caricatura de los valores humanos a los que se asemeja. Les falta espontaneidad y sentido; (Horney,1960, p.52).

Además, las tendencias neuróticas no representan lo que la persona desea verdaderamente, sino el sujeto es arrastrado a realizar algo que el no quería.

3. Clasificación de las tendencias neuróticas

Las tendencias neuróticas pueden ser clasificadas en tres líneas principales: movimiento hacia la gente, movimiento en contra de la gente y movimiento aparte de la gente. Las necesidades neuróticas enumeradas para cada movimiento pueden no encontrarse en su totalidad en un individuo concreto, pero sirven como un tipo ideal; a través del cual se puede describir y analizar el carácter de un individuo determinado.

3.1. Movimiento hacia la gente

Ésta es una respuesta frecuente frente a la hostilidad del mundo, a lo cual el neurótico responderá tratando de buscar amor y cariño para poder escudarse detrás de él, porque se siente impotente de responder por su cuenta.

a) La necesidad neurótica de afecto y aprobación.

La necesidad compulsiva de recibir afecto es una característica común dentro de las personas que sufren de un cuadro y es "uno de los más fieles signos de la angustia reinante y de su intensidad aproximada"(HORNEY, 1946,p.96). Se caracteriza por una fuerte necesidad de agradar a los demás, ser querido y recibir aprobación por parte del prójimo. Se vive de manera automática, de acuerdo a las esperanzas, opiniones y deseos de los demás ,temiéndose la hostilidad de los demás. El neurótico que está en busca de afecto presenta una hostilidad encubierta que interfiere en todas sus relaciones, haciéndolas fracasar, sin que el neurótico sepa porque . Esto lo lleva a concluir que la culpa de sus fracasos se encuentra en los otros, lo que lo lleva a buscar compulsivamente ese amor que no encuentra. Frente a esto el neurótico se enfrenta a la disyuntiva de ser incapaz de amar y de necesitar urgentemente del amor de los demás.

Este tipo de neurótico que busca el amor no se percata de su necesidad imperiosa de amar y ser amado. La mayoría confunde su necesidad del prójimo con una presunta disposición al amor, ya sea por señalada persona o por la humanidad en general" (HORNEY, 1946, p.101). Ellos tienen que mantener esta impresión, pues de lo contrario, develarían su hostilidad hacia el mundo. No es posible amar y odiar al mismo tiempo por lo que su disposición hostil debe estar alejada de la conciencia. La ilusión del amor, aunque resultado de un comprensible equivoco entre el autentico apego y la necesidad neurótica, cumple la indudable función de permitir la conquista del cariño."(HORNEY, 1946, p.101). Dentro de su búsqueda de afecto el neurótico encuentra, además, otra dificultad: a pesar de obtener el cariño buscado, es incapaz de aceptarlo. La aceptación del cariño que le es entregado es solo temporal. Esto esta dado por que estas muestras de afecto se enfrentan con su desconfianza y hostilidad interna desencadenando resistencia y ansiedad.

Esta desconfianza lo lleva a no creer en ellas, pues esta convencido de que el no puede ser amado por nadie. Esto está dado por que su "convicción de ser indigno del amor se vincula íntimamente con la incapacidad de sentirlo y, en realidad es un reflejo consciente de ésta."( HORNEY, 1946, p.102). Cualquier entrega de cariño será recibida con desconfianza llegando a creer el neurótico que esta obedece a intereses ocultos, e incluso la entrega efusiva de cariño es recibida como un insulto hacia él, pues no le es posible aceptar que alguien sienta algún sentimiento positivo hacia él. Es común que a ciertos neuróticos la expresión de afecto pueda provocarles un cuadro de ansiedad. Un neurótico inclusive puede experimentar autentico terror cuando se halla a punto de comprender que alguien le ofrece sincero cariño o amor."(HORNEY, 1946, p.102).

b) La necesidad neurótica de un compañero que se encargue de la vida de uno

El compañero debería colmar todas las esperanzas de la vida y asumir la responsabilidad del bien y del mal. Hay una sobreestimación del amor, por suponer que es este el que resuelve todos los problemas. En esta necesidad neurótica hay un temor al abandono y a estar solo. La necesidad de restringir la propia vida dentro de estrechos límites: Esta necesidad se caracteriza por que el individuo es poco exigente, se contenta fácilmente y restringe las ambiciones y deseos de cosas materiales; existe un temor de plantear exigencias y de afirmar deseos expansivos. Se observa la necesidad de no llamar la atención y se considera la modestia como un valor supremo; hay un impulso a ahorrar.

3.2. Movimiento contra la gente

Esta respuesta a la hostilidad del mundo se caracteriza por considerar la vida como una lucha, donde lo importante es mantener la superioridad sobre los demás y manejar la situación, sea de manera directa o indirecta.

a) Necesidad neurótica de poder

Se refiere a la necesidad de poseer el dominio sobre los demás, la devoción a una causa, deber, responsabilidad. No se respeta la individualidad ni la dignidad de los demás, teniéndose sólo como su subordinación. Hay una gran adoración por la fuerza y un desprecio por la debilidad. Se da el temor a lo ingobernable y a la impotencia. La necesidad neurótica de fiscalizarse a sí mismo y fiscalizar a los demás, por medio de la razón y la presciencia (se puede presentar en personas demasiado inhibidas para ejercer el poder en forma directa). Hay fe en la omnipotencia de la inteligencia y la razón, produciéndose una negación del poder de las fuerzas emocionales y desprecio por éstas. Hay temor a advertir las limitaciones objetivas del poder de la razón; hay temor a la estupidez y a los malos juicios.

b) Necesidad neurótica de creer en la omnipotencia de la voluntad

Es una necesidad distinta a la anterior, de carácter opuesto, más introvertida que la antes descrita. Existe en personas altamente ubicadas, para las cuales un ejercicio del poder significa exceso de contacto con los demás. Se posee un sentimiento de fortaleza, logrado con la creencia en el poder mágico de la voluntad. Se presenta una reacción de desolación por cualquier frustración de los deseos, por lo que el individuo renuncia a los deseos por temor a los fracasos. También hay temor a reconocer las limitaciones de la voluntad pura.

b) Necesidad neurótica de explotar a los demás y sacar partidos de ellos a las buenas o a las malas

Los demás son valorados según puedan explotarse o no. Existen diversos móviles de explotación, como el dinero, las ideas, la sexualidad, los sentimientos. Hay un orgullo de la explotación y temor a ser explotados y, por ende, a ser estúpidos.

c) Necesidad neurótica de reconocimiento o prestigio social

Todas las cosas, los objetos, el dinero, las personas son valorados según su valor de prestigio. Poseen una autoevaluación que depende cien por ciento de la naturaleza de la aceptación pública. Temor a la humillación y al desprestigio.

d) Necesidad neurótica de admiración personal

Existe una imagen hipertrofiada del yo, narcisismo. La necesidad de ser admirado, no por lo que posee o representa, sino por el yo imaginado. Una estimación de sí mismo implica confianza en vivir al nivel de esta imagen y en que esta sea admirada. Temor a perder la admiración.

e) La ambición neurótica de hazañas personales

Es una necesidad de superar a los demás, por diversas actividades. Lo importante es que la autoevaluación lo identifique como un ser superior, aunque también importa el reconocimiento de los demás y suscita resentimiento la falta del mismo. Existe una mezcla de tendencias destructoras. Infatigable impulso del yo hacia proezas mayores. Temor al fracaso y la humillación.

3.3. Movimiento aparte de la gente

Se caracteriza por el despego neurótico, cual sería: la íntima necesidad de poner una distancia emocional entre ellos [los neuróticos] y los demás; (HORNEY, 1959, p.73). El individuo experimenta ansiedad cuando los demás se entrometen en sus asuntos.

a) Necesidad neurótica de autosuficiencia e independencia

El individuo no requiere jamás la ayuda de nadie y no cede a influencia alguna; se intenta no quedar atado a nada, ya que podría llevar a una posible esclavización. Distancia y alejamiento son la fuente de seguridad. Hay temor a necesitar de los demás o a los vínculos.

b) Necesidad neurótica de perfección e inexpugnabilidad

Infatigable impulso a la perfección; cavilaciones y autoreconocimiento sobre posibles fallas. Sentimiento de superioridad por ser perfecto. Temor a encontrar fallas en sí mismo o cometer errores. Temor a críticas o reproches.

sábado, 10 de abril de 2010

Lectura antropológica en clave de angustia en la “Gaudium et Spes”

 

1. Introducción

El Concilio ha realizado un trabajo de conjunto logrando un verdadero equilibrio en su concepción antropológica sin caer en un “espiritualismo ilógico”, ni en una “lógica desencarnada”, especulativa y aislada en relación con la realidad del hombre.

Hoy nos encontramos según algunos pensadores ante un nuevo cambio de época, marcada por grandes transformaciones y modificaciones en la vida del hombre y de las sociedades. Nos enfrentamos al fenómeno de la globalización, entendido como un proceso de interconexión financiera, económica, social, política y cultural, que se acelera por la mejora de los transportes y la incorporación de nuevas tecnologías de la información y de la comunicación en un contexto de victoria política del capitalismo y de cuestionamiento de los grandes ideales. Esta interconexión que algunas instituciones han aprovechado, ha provocado un cambio que revoluciona el funcionamiento de las sociedad industriales y que, de momento, ha acelerado la exclusión de zonas geográficas, de colectivos humanos o de culturas enteras. Sin embargo, tiene este fenómeno un potencial considerable para fomentar un bienestar económico y de relaciones más humanizadoras entre los grupos humanos.

La constitución Gaudium et Spes ha hecho un verdadero esfuerzo por presentarnos una descripción lo más completa y realista sobre el hombre. Este texto sigue iluminando la vida del hombre actual y nos permite encontrar nuevas formas para ayudar a esclarecer la verdad acerca del hombre y sus problemas, aunque no en todos sus aspectos, lo cual es explicable porque el hombre nunca puede ser abarcado total y definitivamente, pero siempre iluminados desde la fe en Jesucristo y su Evangelio. Nos damos cuenta que el contexto cultural ha cambiado en varios aspectos, pero entendemos que la comprensión antropológica cristiana, sigue teniendo valor y es necesario que continuamente la recordemos, con las debidas actualizaciones y nuevas formulaciones. Esa es nuestra tarea, por eso, nos dejamos guiar por Gaudium et spes, para dar respuestas al hombre, a sus diversas interrogantes y problemáticas. Teniendo en cuenta este nuevo panorama, quisiera plantear la clave de lectura escogida y cómo la entiendo

2. Una lectura del documento en clave de “angustia existencial”.

Me ha parecido oportuno leer la Constitución “Gaudium et Spes” (GS) en clave de “angustia existencial”, pues me parece que es una realidad inherente a la condición humana y que necesita ser explicada para acompañar en su proceso de crecimiento humano y espiritual a los hombre y mujeres de nuestro mundo.

La angustia constituye un factor connatural a la condición humana de todos los lugares y de todos los tiempos. Vivir, desde el mismo momento de nacer, implica atravesar situaciones de angustia y, de modo esencial también, vivir es luchar permanentemente contra ella. La angustia aparece al compás del descubrimiento de la finitud humana. Tan finito, tan estrecho y angosto en su ser, que no puede menos que angustiarse. Toda persona ha experimentado alguna vez una sensación de intranquilidad continua, un estado de tensión ante todo lo que nos rodea, sin que ello, a veces, responda aparentemente a ningún motivo determinado.

Por una parte, nuestro débil yo se ve confrontado a manejarse en una realidad exterior que, muchas veces, le hace sentirse desorientado y perdido. Las fuerzas de la naturaleza le amenazan, la relación con los demás puede tornarse desconcertante o peligrosa, la enfermedad, la indigencia material y, siempre, el fantasma de la muerte constituyen elementos de tal intensidad que, con frecuencia, nos empequeñecen o nos impulsa a buscar cualquier tipo de mecanismo que intenten aminorar esa angustia y la hagan más tolerable, aunque hay muchos seres humanos que por su situación existencial, han debido vivir con esa angustia de forma permanente.

Desde otro punto de vista, existe ese mundo oscuro de nuestro interior más desconocido que, a veces con demandas explícitas y otras con simples movimientos que se escapan a la conciencia, sitúan al Yo en una situación de peligro y debilidad. Emociones que desbordan, reclamos que el Yo se ve imposibilitado de satisfacer, deseos que en su misma magnitud alertan como una amenaza intolerable.

He escogido los temas antropológicos que considero más relevantes, leídos bajo la clave escogida.

3. Aspectos antropológicos más importantes de “Gaudium et Spes”

3.1. Las preguntas angustiosas

Un hombre es un ser que se siente interrogado constantemente por la vida. Cuando niño comienza a discernir, pregunta y vuelve a preguntar. De momento, queda satisfecho por las respuestas inmediatas que se le dan, pero continúa preguntando cada vez con más intensidad en la medida que se va haciendo adulto. Hay preguntas que se quedan en la periferia de las cosas, en cuestiones fáciles, con las que intentamos salir del paso, de situaciones embarazosas. Buscamos en diversas actividades y personas la forma de huir de nuestra propia realidad, para no dar entrada a asuntos más profundos que nos acompañan eternamente.

Nuestra propia vida se presenta, con frecuencia, con situaciones serias y verdaderamente comprometidas. Es entonces cuando el hombre, aunque no siempre sea consciente de ellos se pregunta con más sentido y más hondura. Hay momentos en que las preguntas nos acosan seriamente. ¿Qué sentido tiene mi vida? Experimento necesidades, divisiones en mi interior ¿Cómo se explica satisfactoriamente esto? ¿Quién soy? ¿hacia dónde voy?

Pero sobre todo, hay momentos, “situaciones límite” los llamaría el filósofo Jasper, en los que se abre el camino más fácilmente esta pregunta y en los que aflora más espontáneamente el problema de la angustia que provoca estas situaciones y de todo lo que experimento alrededor de estas preguntas. Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto, percibido con cierta oscuridad, particularmente en los momentos más importantes de la vida.

Ningún hombre de época alguna ha sabido conquistar tantos y tan variados conocimientos sobre el mundo como el de la época actual. Sin embargo, tal vez ninguna otra época ha sentido tan dramáticamente el vértigo de la vida y la radical inseguridad de la misma.

3.2. Los grandes cambios que provocan incertidumbre

El siglo XX ha sido una época en la que hemos experimentado aceleradamente cambios en todos los niveles de la vida humana. Son fruto de la inteligencia del hombre, que con su razón ha intentado buscar la forma de dominar la propia naturaleza y resolver problemáticas que en cada momentos histórico han surgido. Los cambios más importantes a los cuales nos hemos enfrentado en este último tiempo son: el despegue de la ciencia moderna, la acelerada tecnificación que nos ha permitido conquistar metas hasta ahora insospechadas, la revolución informática, que es capaz de simplificar los sistemas de ordenación y procesamiento de datos. La revolución de las comunicaciones; ya no hay distancias en el mundo y en pocas horas nos plantamos en el otro extremo.

Por otra parte, se han despertado conciencia dormidas, tales como los derechos humanos, la democratización de una gran mayoría de países, preocupación por la justicia social. Por otra parte hoy nos encontramos en los países del primer mundo, con altos nivel de confort que ha provocado un gran cambio en su vida, a diferencia de los países excluidos, en donde cada vez son más pobres. Existe una gran riqueza cultural que va desde la música, la pintura, escultura; una mayor conciencia ecológica, que demuestra una nueva sensibilidad por la naturaleza y una mejor consideración de la mujer, se avanza hacia una feminismo bien entendido. Sin duda, que son realidades positivas, que el hombre ha provocado, pero que generalmente, en algunos casos, esos avances se devuelven contra el mismo hombre.(GS 4)

También nos encontramos con las sombras y antivalores que estos mismos cambios han provocado. Un excesivo materialismo, en donde sólo cuenta aquello que es tangible, apreciando el tener más que el ser; junto a el, el consumismo, estamos destinados a consumir de todo: hay en nuestro al rededor un exceso de reclamos, tirones, estímulos, y decimos que sí a casi todos ellos; el hedonismo, que pone como bandera el placer y el bienestar. Sólo cuenta la posesión y el disfrute de unos bienes materiales que, por muy abundantes que sean, siempre terminan dejando insatisfecho el corazón humano.

De ahí brotará una vivencia de la nada, que está muy cerca de lo que supone al experiencia de la angustia. Una permisividad, que alienta a una vida sin límites, sin lugares prohibidos; hay que atreverse a todo, hay que probarlo todo, curiosear todos los rincones y recovecos de la intimidad humana. Hay que ir cada vez más lejos: llegar a lo inaudito y sorprendente. Con ello, un relativismo que va acompañado de un subjetivismo. Todos los juicios son flotantes, todo depende de algo, como en una especie de cadena de conexiones, todo es relativo

Decía esta constitución que “el hombre está admirado de su propio poder y de sus propios descubrimientos”. Me parece que el panorama ha cambiado. Hoy no se da tal engreimiento ni euforia, más bien, temor; el hombre teme a sus propias realizaciones.

Se cumplen 40 años desde el inicio de la primera etapa conciliar, en ese momento el mundo parecía que era un conjunto de materias primas que el hombre podía explotar sin ningún límite. En estos momentos ocurre algo distinto, aunque ha avanzado la ciencia, también dos damos cuenta que estos avances están destruyendo nuestro mundo, convirtiéndolo en un lugar de desechos. El poder humano se muestra ante nuestro ojos como limitado, no podemos resolver todos los problemas, se agravan los conflictos, la misma comprensión del hombre se dificulta. Sin duda, que nos hemos percatado de una manera realista de nuestra propia condición. La incertidumbre y el temor, rondan por nuestros pueblos y en el interior de cada ser humano.

Decían los existencialistas que la angustia era la vivencia de la nada: se saboreaba el vacío y la ausencia de contenidos. Es el nuevo nihilismo de nuestros días. Es la disolución por ausencia de contenidos: todo es hueco; laguna, vaciedad, desierto. Es una nueva apatía, con nuevo rostro

De ahí surge un nuevo hombre: embotado, repleto de cosas, pero vacío interiormente. Va a ir siguiendo la ruta de la incertidumbre y de la angustia. Esta época la podemos definir como “la era del vacío”.

3.3. Las respuestas ante una pregunta fundamental: qué es el hombre

Éste es una interrogante que viene repitiéndose a través de los tiempos y al que se ha pretendido responder desde todas las perspectivas posibles. Todo hombre resulta para sí un problema al que cada uno intenta responder desde su propia situación y desde su propia historia. El hombre que encontramos en la calle y del que nos hacemos amigos también nos habla de sus problemas. Ese diálogo comienza por temas intrascendentes; pero luego, nos cuenta sus “verdaderas problemáticas”

La pregunta por el hombre tiene historia. El tema del hombre ha despertado siempre el interés del hombre mismo. Aparece en el primer instante en que el hombre se muestra capaz de asombrarse de su vida y de su circunstancia.

El concepto de hombre sostenido por el cristianismo, y particularmente por Vaticano II, coexistía con otros conceptos del hombre, vigentes entonces en nuestra cultura, los cuales ofrecían una mejor expectativa para potenciar al hombre. Esas comprensiones del hombre, que en aquel momento, para muchos sectores eran prometedoras, hoy, influyen en menor medida o se encuentran empantanadas en sus propios planteamientos. (Marxismo, existencialismo no creyente, la antropología freudiana) El concepto cristiano del hombre no tiene que competir con otros su viabilidad social en estos momentos; esos conceptos están algunos de ellos en un claro agotamiento.

Hoy la idea cristiana del hombre, no tiene un concepto rival vigente como en los años del Concilio. La Iglesia tiene que dialogar con una pensamiento acerca del hombre que está vacío, sin un fundamento que lo haga sostenible y que le libere de la angustia que hoy siente, en la línea de una nueva forma de nihilismo que hemos hablado en párrafos anteriores.

Hoy nos topamos con una contradicción: El hombre de hoy muestra una enorme curiosidad por todo, quiere saber lo que pasa, estar atentos a los cambios y a los nuevos conocimientos científicos y tecnológicos; todo le interesa, pero no construye nada o casi nada, no busca su propia humanización. Se llega a vivir sin ideales, sin objetivos trascendentes, con la sola preocupación de disfrutar de la vida a costa de lo que sea. El hombre está cada vez más lejos de sí mismo. Traído y llevado por ese conjunto de novedades expuestas: materialismo, hedonismo, permisividad, relativismo y deshumanización. Nuestra tarea es recuperar su verdadera condición y originalidad. Tendremos que efectuar esa búsqueda con sumo respeto, para no herir su propia dignidad. Nada más próximo a nosotros que la persona humana y, a la vez, nada más enigmático

3.4. La grandeza de la libertad

La libertad es uno de los valores más aprecaidos y defendidos en nuestro mundo contemporáneo. El hombre moderno tiene un sentido muy agudo de la libertad. El interés por la libertad es primario en todas las culturas y los grupos humanos. El concilio acepta esta realidad, reconocienco que la libertad es el eje de todo el ser del hombre, y la ilumina desde el evangelio. La libertad verdadera es signo de la imagen de Dios en el hombre. El hombre es dueño de su propia decisión, para que de esa manera pueda buscar espontáneamente a su Creador (GS 17)

La verdadera libertad es aquella que ejercita el hombre en su acción, en su intención y en su pensar con relación a la búsqueda del bien. Una auténtica libertad conduce a l hombre a tomar decisiones en las cuales el individuo esté movido e inducido por la convicción interna y personal y no por presiones de ningún tipo.

Una falsa libertad, elige buscando no el bien sino el “simple querer” del hombre. GS 17, nos dice que con frecuencia “(...) sin embargo, la fomentan de forma deparavada, como si fuese pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala”

En nuestra época, para el hombre posmoderno todo es posible, pues ya no tiene líneas demarcatorias entre el bien y el mal, y las decisiones las toma de acuerdo a la preferencia de la mayoría. Así, los tesoros y valores sagrados de la persona humana ya no aparecen por ningún lado. Tanto la razón como la libertad se consideran cosas del pasado, por lo que ya no vale la pena ningún esfuerzo por conquistar nada difícil, por vivir con altura, por sufrir por algo que se considere valioso, pues ahora se trata de alcanzar una vida fácil, la del placer del aquí y ahora.

Uno de los pensadores más representativos en lo que respecta a la negación de la libertad del sujeto es Nietzsche. Este autor, le confiere al hombre una libertad arbitraria, la cual lo lleva a una libre competencia entre los hombres, ejercida como "voluntad de poder"; así, el hombre será el dominador de la vida, que está por encima del bien y del mal. Al defender la libertad del hombre, el filósofo nihilista proclama "Dios ha muerto"; entonces el hombre ya no tendrá que someterse a una serie de preceptos absurdos que lo esclavizan y lo determinan a ser siempre esclavo de los mitos que otros le han impuesto. Así podemos comprender que en la era posmoderna, era de la técnica, lo fundamental es el nihilismo, producto de la negación de la libertad y de la afirmación de la voluntad de poder, que se erige como lo absoluto. Todo parece desmoronarse y la duda radical nos presenta la nada como lo absoluto. La libertad se afirma como pura negación. La constitución estudiada, no muestra que la libertad no es sólo el capricho de la voluntad, pues eso podría ser algo injustificado, sino que la voluntad se ve iluminada y orientada por la inteligencia. La voluntad sólo tiende al bien, pero puede equivocarse, es ciega; la razón tiene la función de esclarecérselo.

3.5. El mal como fracaso y problema humano.

El hombre cuando observa su corazón, comprueba su inclinación al mal, sintiéndose atacado por mucho males, planteándose el origen de este misterio. Toda la vida humana se presenta como una lucha dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y la tiniebla. Estos males no pueden tener origen en el Creador, que todo lo ha hecho bueno. (GS 13)

Podemos decir que, el hombre por encima de todo, incluso del mismo Dios, se ha querido convertir a sí mismo en principio y norma del bien y del mal, como si las acciones se justificaran por el simple hecho de venir de su iniciativa. Además, el hombre experimenta muchas veces, que para poder realizarse necesita suprimir la obra y la persona del prójimo; el hombre que entiende y comprende a cualquier otro como un oponente. Estas situaciones también repercuten en la esfera social. Hoy apreciamos que existen grupos humanos que por no conseguir atraer a todos a sus criterios, aspiraciones, ambiciones e ideologías, segregan a cuantos no piensan como ellos o no se someten a sus criterios.

Muchos hombres viven esa lucha entre el bien y el mal, como una situación, dramática y angustiante. Hacen el mal que no desean hacer y no el bien que a veces tanto anhelan. El mal, por lo tanto no tiene un origen en la fatalidad, sino en las propias decisiones humanas, como una alternativa siempre presente para el hombre libre, pues el mal fue decidido por el hombre desde el principio

Me parece muy importante que tomemos una mayor conciencia de que hoy somos amenazados por males que el mismo hombre ha creado. No dudamos de dónde esta su origen. Esta amenaza se ha convertido en algo cotidiano. La humanidad en estos tiempos que corren para nosotros antes y después del 11 de septiembre vive amenazada. Tenemos la sospecha íntima de que en cualquier momento nos va a suceder algo malo, algo que nos desestabilice y nos lleve hasta al peligro de muerte. Vivimos bajo esta amenaza, desconfiando hasta de nosotros mismos.


Estamos amenazados con un armamento nuclear que puede destruir el mundo en cualquier momento. Está amenazado el equilibrio ecológico del planeta; producimos muchos ácidos y residuos que destruyen nuestro medio ambiente. Un ejemplo de ellos es el terrible desastre del “Prestige”. Nos encontramos amenazados por un mundo en el que las injusticias del norte contra el sur rompen con cualquier tipo de equilibrio a largo plazo. Los del sur se dan cuenta que el norte todo lo tiene. Seguirán entrando en estos países, después que los países del norte invadieran años anteriores el sur. Estamos amenazados en nuestros países, en el mundo entero por la corrupción, nos falta conciencia ciudadana y responsabilidad política. Amenazados por la delincuencia violenta cada día y por el futuro en algunos países más inestables, en el que no sabemos lo que va a pasar mañana. Sufrimos las amenazas de la naturaleza que se nos presenta, a veces, con una violencia terrorífica y de nuestro propio mundo personal; nos convertimos en una amenaza a nosotros mismos y para los que nos rodean. Hemos sido creado buenos, pero al mismo tiempo tenemos una profunda inclinación al pecado, inclinación que no ha puesto Dios en nosotros sino que nosotros hemos ido ideando, trabajando por nuestra propia cuenta.

Se produce la angustia en el hombre por esa amenaza latente, el sufrimiento se hace patente cuando esa amenaza se hace realidad. El mal es siempre una realidad que se opone a todo lo que humaniza. El mal lo único que hace es fomentar el sin-sentido, abocarnos al absurdo. Y todo esto produce dolor, sufrimiento, pena , muerte en definitiva. Por eso tenemos un convencimiento profundo y es que el pecado, el sufrimiento y la muerte revelan de múltiples maneras lo que la condición humana es, en su profunda unidad. Por eso, mantenemos a la vez la profunda esperanza, que estamos capacitados para elegir el bien, sabiendo que necesitamos la asistencia de la gracia divina para que nos libere del mal, pues sólo no podemos. En Cristo encontramos un respuesta al problema del mal. Nuestra libertad, fruto de nuestra creación a imagen y semejanza del Creador, ha sido herida por el pecado; ella ve en Cristo un camino de renovación y restauración de su naturaleza original.

3.6. El misterio de la muerte

La muerte pertenece al ser mismo del hombre. Ningún ser humano ha podido escapar a la muerte y tampoco ninguno ha podido tener la explicación satisfactoria. Así como es imposible explicarnos por qué nacemos, también está fuera de nuestras posibilidades el poder explicarnos el porqué morimos.

El hombre es un ser de contrastes. Como dice GS 14, es una realidad material y espiritual, finita e infinita, individual y social, inmanente y trascendente, temporal y con deseos de eternidad. El hombre es una paradoja, es el “eterno insatisfecho”.

En el hombre cohabitan la vida y la muerte, la angustia y la esperanza, la certeza y la incertidumbre.

Dentro de este conjunto paradójico del hombre, “la muerte es el máximo enigma de la vida humana” (GS 18), frente al cual es inútil esperar una explicación satisfactoria que pueda colmar los deseos de las “semillas de eternidad” que lleva el hombre consigo, ni siquiera la ciencia puede calmar esta ansiedad ni puede satisfacer este deseo. La muerte, se manifiesta como la angustia esculpida en el horizonte de la conciencia contemporánea por razones históricas, filosóficas y eternas.

Ante este abismo sólo puede responde otro abismo; el misterio cristiano. La respuesta cristiana se especifica y se centraliza en Jesucristo, el hombre nuevo, imagen y revelación definitiva del Dios invisible. Cristo ha liberado al hombre de la muerte con su propia muerte. Y de esta manera ha operado la comunión del hombre con Dios. Dios no ha hecho la muerte para el hombre, por el contrario, Él ha creado al hombre para la inmortalidad y lo ha llamado a la comunión bienaventurada y eterna con Él.

3.7. El Valor de la dignidad humana


Vaticano II, ha insistido en la importancia de reconocernos como seres sociales. Ser parte de una comunidad humana, no es un accidente. Necesitamos de la vida social, por lo tanto, a través de la convivencia humana, del diálogo con los hermanos, de la mutua ayuda, engrandecemos al hombre y lo preparamos para responder adecuadamente a su vocación. Existe una intensa conexión entre el desarrollo individual de la persona humana y su propia experiencia social.

Hoy muchos nos cuestionamos como la humanidad ha enfrentado en el siglo XX e inicios del siglo XXI, la afirmación acerca de la dignidad humana. Auschwitz es, sin duda, su símbolo más elocuente. Estremeció la conciencia humana hasta sus cimientos, puesto que puso en evidencia que era posible usar medios racionalizados para la destrucción sistemática de la vida de aquellos que antes eran despojados arbitrariamente de su dignidad humana. No se trata del descubrimiento de un acto irracional ocasional, como suele haber muchos en la historia, sino más profundamente, de la racionalización de la irracionalidad. Parece que no hemos aprendido la lección. Hemos sido partícipes de nuevos Auschwitz en diversas regiones de nuestro mundo: Yugoslavia, los problemas EE.UU. y Golfo Pérsico, la dramática lucha por sobrevivir de los excluidos en África, Asia y Latinoamérica.

Aproximadamente, las 4/5 partes de la población mundial asisten a la globalización pero no participan de ella. Mil 300 millones de personas han de pasar con menos de un dólar al día. Estimando la pobreza absoluta como un ingreso inferior a 370 dólares al año, Asia tiene 778 millones de pobres absolutos, África 398 millones y América 156 millones. De los 4400 millones de habitantes de los países "en desarrollo", aproximadamente tres quintas partes no tienen acceso a agua limpia, una cuarta parte no tiene vivienda adecuada y una quinta parte no tiene servicios normales de salud. Se calcula que en el nuevo milenio faltará agua potable para el 40% de la humanidad, en este nuestro planeta tierra que es con más razón "planeta agua". Estado Unidos, por otra parte, con apenas un 5% de la población mundial, utiliza el 25% de los recursos mundiales. "La hermana madre Tierra", que diría Francisco de Asís, está siendo brutalmente violada.

Hoy no sólo el Estado de Derecho, puede ser usurpado por un tirano, que incluso podía atenerse al procedimiento legal establecido en su propio ordenamiento jurídico, sino por una nación entera, involucrada en la ejecución, en la justificación, en el encubrimiento o en la omisión e indiferencia no sólo a todos sus hijos, inocentes o culpables, sino también a las demás naciones. Creo que nadie podría sentirse exculpado de un hecho social y político de esta magnitud.

Una de las mejores protecciones que podemos darle al hombre, es el equilibrio y balance entre los poderes sociales mediante el procedimiento definido para la acción de cada uno de ellos. No es el fundamento lo importante, sino el equilibrio de los procedimientos que corrigen los desequilibrios existentes. Y para garantizar esta forma de proceder, nada mejor que la libertad de información y de prensa que puede denunciar los actos que no se ajusten al marco institucional definido para ellos.

La vida de cada ser humano es un proyecto de otro, no de sí mismo. El hombre que cree tener el poder para pasar de la nada al ser, termina inevitablemente destruido por la mentira, por la idolatría de sí mismo, por la añoranza del "superhombre", llenando el vacío del ser con la negación de sí.

3.8. La igualdad entre los hombres y la justicia

Es injusto el mundo en que existen países desproporcionadamente ricos y países exageradamente pobres. Países protectores y países mendigos. Países orgullos y países humillados. Vivimos en un mundo injusto, el cual está montado para que unos monopolicen el poder, la opinión, el dinero, la propiedad, la cultura, la industria, las tierras, el comercio y todo; de forma que crezca su poder, su opinión, su dinero y su propiedad. Esta nueva época, caracterizada por la mundialización, por gracia de Dios y por el humano proceso de la historia, es “inevitable”. Y esa mundialización exige el reconocimiento de esta situación de desigualdad que provoca tanta muerte y angustia. Exige el reconocimiento de los varios mundos como pueblos, culturas, religiones, dentro de un solo mundo humano; sin primero, sin tercero, sin cuarto. Ese reconocimiento reclama, para que sea real y no apenas escrito, la descentralización de las instancias de planificación y de decisión. No puede ser que sólo tengan nombre, que solo sean reconocidos los poderosos, pero aquellos que no cuentan, los “sin nombre” quedan en la penumbra, esperando la llegada de su muerte. Solamente esta descentralización hará posible la participación corresponsable y desarrollo efectiva de todos los pueblos.

4. Conclusión

La lectura de la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, me ha ayudado a reconocer la riqueza del humanismo que Vaticano II ha querido mostrar al mundo. Ha querido iluminar la vida de los hombres, para que llegue a plenitud la vocación a la cual han sido llamados a vivir y dar esperanza a aquellos que hoy se sientes sumergidos en diversas situaciones de angustias, sufrimientos y exclusiones que nos les permite encontrar la verdad de su condición humana. Gaudium et spes es un documento original. Es la primera vez que un documento del magisterio extraordinario habla sobre los aspectos directamente temporales de la vida cristiana. Nunca se había hablado tan directamente del hombre enfrentado con los problemas de su vida en la tierra. La Iglesia debe lograr un mayor acercamiento al hombre actual y al mundo en el cual vive. Ser capaz de acompañar los procesos históricos que los hombres van gestando, desde una actitud de servicio y compromiso total con cada una de sus necesidades y aspiraciones.

Sin duda que el anuncio de Jesucristo y su Evangelio, pueden llenar los vacíos, aliviar las angustias y liberar de las opresiones a los hombres y mujeres que forman parte nuestro mundo.

BIBLIOGRAFÍA

A. ALVAREZ-SUÁREZReleyendo la “Gaudium et Spes” de la teología a la antropología”: Burgense, Nº 33, Vol 2, (1992), 381-420

C. LLANO, La dignidad de la persona humana en la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”: Efemérides Mexicana, Vol. 9, Nº 26 (1991), 181-194.

G. RESTREPO, La antropología en la “Gaudium et Spes”: Cuestiones Teológicas y Filosóficas, Año 21. Nº 57, (1995), 7-23