sábado, 10 de abril de 2010

Lectura antropológica en clave de angustia en la “Gaudium et Spes”

 

1. Introducción

El Concilio ha realizado un trabajo de conjunto logrando un verdadero equilibrio en su concepción antropológica sin caer en un “espiritualismo ilógico”, ni en una “lógica desencarnada”, especulativa y aislada en relación con la realidad del hombre.

Hoy nos encontramos según algunos pensadores ante un nuevo cambio de época, marcada por grandes transformaciones y modificaciones en la vida del hombre y de las sociedades. Nos enfrentamos al fenómeno de la globalización, entendido como un proceso de interconexión financiera, económica, social, política y cultural, que se acelera por la mejora de los transportes y la incorporación de nuevas tecnologías de la información y de la comunicación en un contexto de victoria política del capitalismo y de cuestionamiento de los grandes ideales. Esta interconexión que algunas instituciones han aprovechado, ha provocado un cambio que revoluciona el funcionamiento de las sociedad industriales y que, de momento, ha acelerado la exclusión de zonas geográficas, de colectivos humanos o de culturas enteras. Sin embargo, tiene este fenómeno un potencial considerable para fomentar un bienestar económico y de relaciones más humanizadoras entre los grupos humanos.

La constitución Gaudium et Spes ha hecho un verdadero esfuerzo por presentarnos una descripción lo más completa y realista sobre el hombre. Este texto sigue iluminando la vida del hombre actual y nos permite encontrar nuevas formas para ayudar a esclarecer la verdad acerca del hombre y sus problemas, aunque no en todos sus aspectos, lo cual es explicable porque el hombre nunca puede ser abarcado total y definitivamente, pero siempre iluminados desde la fe en Jesucristo y su Evangelio. Nos damos cuenta que el contexto cultural ha cambiado en varios aspectos, pero entendemos que la comprensión antropológica cristiana, sigue teniendo valor y es necesario que continuamente la recordemos, con las debidas actualizaciones y nuevas formulaciones. Esa es nuestra tarea, por eso, nos dejamos guiar por Gaudium et spes, para dar respuestas al hombre, a sus diversas interrogantes y problemáticas. Teniendo en cuenta este nuevo panorama, quisiera plantear la clave de lectura escogida y cómo la entiendo

2. Una lectura del documento en clave de “angustia existencial”.

Me ha parecido oportuno leer la Constitución “Gaudium et Spes” (GS) en clave de “angustia existencial”, pues me parece que es una realidad inherente a la condición humana y que necesita ser explicada para acompañar en su proceso de crecimiento humano y espiritual a los hombre y mujeres de nuestro mundo.

La angustia constituye un factor connatural a la condición humana de todos los lugares y de todos los tiempos. Vivir, desde el mismo momento de nacer, implica atravesar situaciones de angustia y, de modo esencial también, vivir es luchar permanentemente contra ella. La angustia aparece al compás del descubrimiento de la finitud humana. Tan finito, tan estrecho y angosto en su ser, que no puede menos que angustiarse. Toda persona ha experimentado alguna vez una sensación de intranquilidad continua, un estado de tensión ante todo lo que nos rodea, sin que ello, a veces, responda aparentemente a ningún motivo determinado.

Por una parte, nuestro débil yo se ve confrontado a manejarse en una realidad exterior que, muchas veces, le hace sentirse desorientado y perdido. Las fuerzas de la naturaleza le amenazan, la relación con los demás puede tornarse desconcertante o peligrosa, la enfermedad, la indigencia material y, siempre, el fantasma de la muerte constituyen elementos de tal intensidad que, con frecuencia, nos empequeñecen o nos impulsa a buscar cualquier tipo de mecanismo que intenten aminorar esa angustia y la hagan más tolerable, aunque hay muchos seres humanos que por su situación existencial, han debido vivir con esa angustia de forma permanente.

Desde otro punto de vista, existe ese mundo oscuro de nuestro interior más desconocido que, a veces con demandas explícitas y otras con simples movimientos que se escapan a la conciencia, sitúan al Yo en una situación de peligro y debilidad. Emociones que desbordan, reclamos que el Yo se ve imposibilitado de satisfacer, deseos que en su misma magnitud alertan como una amenaza intolerable.

He escogido los temas antropológicos que considero más relevantes, leídos bajo la clave escogida.

3. Aspectos antropológicos más importantes de “Gaudium et Spes”

3.1. Las preguntas angustiosas

Un hombre es un ser que se siente interrogado constantemente por la vida. Cuando niño comienza a discernir, pregunta y vuelve a preguntar. De momento, queda satisfecho por las respuestas inmediatas que se le dan, pero continúa preguntando cada vez con más intensidad en la medida que se va haciendo adulto. Hay preguntas que se quedan en la periferia de las cosas, en cuestiones fáciles, con las que intentamos salir del paso, de situaciones embarazosas. Buscamos en diversas actividades y personas la forma de huir de nuestra propia realidad, para no dar entrada a asuntos más profundos que nos acompañan eternamente.

Nuestra propia vida se presenta, con frecuencia, con situaciones serias y verdaderamente comprometidas. Es entonces cuando el hombre, aunque no siempre sea consciente de ellos se pregunta con más sentido y más hondura. Hay momentos en que las preguntas nos acosan seriamente. ¿Qué sentido tiene mi vida? Experimento necesidades, divisiones en mi interior ¿Cómo se explica satisfactoriamente esto? ¿Quién soy? ¿hacia dónde voy?

Pero sobre todo, hay momentos, “situaciones límite” los llamaría el filósofo Jasper, en los que se abre el camino más fácilmente esta pregunta y en los que aflora más espontáneamente el problema de la angustia que provoca estas situaciones y de todo lo que experimento alrededor de estas preguntas. Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto, percibido con cierta oscuridad, particularmente en los momentos más importantes de la vida.

Ningún hombre de época alguna ha sabido conquistar tantos y tan variados conocimientos sobre el mundo como el de la época actual. Sin embargo, tal vez ninguna otra época ha sentido tan dramáticamente el vértigo de la vida y la radical inseguridad de la misma.

3.2. Los grandes cambios que provocan incertidumbre

El siglo XX ha sido una época en la que hemos experimentado aceleradamente cambios en todos los niveles de la vida humana. Son fruto de la inteligencia del hombre, que con su razón ha intentado buscar la forma de dominar la propia naturaleza y resolver problemáticas que en cada momentos histórico han surgido. Los cambios más importantes a los cuales nos hemos enfrentado en este último tiempo son: el despegue de la ciencia moderna, la acelerada tecnificación que nos ha permitido conquistar metas hasta ahora insospechadas, la revolución informática, que es capaz de simplificar los sistemas de ordenación y procesamiento de datos. La revolución de las comunicaciones; ya no hay distancias en el mundo y en pocas horas nos plantamos en el otro extremo.

Por otra parte, se han despertado conciencia dormidas, tales como los derechos humanos, la democratización de una gran mayoría de países, preocupación por la justicia social. Por otra parte hoy nos encontramos en los países del primer mundo, con altos nivel de confort que ha provocado un gran cambio en su vida, a diferencia de los países excluidos, en donde cada vez son más pobres. Existe una gran riqueza cultural que va desde la música, la pintura, escultura; una mayor conciencia ecológica, que demuestra una nueva sensibilidad por la naturaleza y una mejor consideración de la mujer, se avanza hacia una feminismo bien entendido. Sin duda, que son realidades positivas, que el hombre ha provocado, pero que generalmente, en algunos casos, esos avances se devuelven contra el mismo hombre.(GS 4)

También nos encontramos con las sombras y antivalores que estos mismos cambios han provocado. Un excesivo materialismo, en donde sólo cuenta aquello que es tangible, apreciando el tener más que el ser; junto a el, el consumismo, estamos destinados a consumir de todo: hay en nuestro al rededor un exceso de reclamos, tirones, estímulos, y decimos que sí a casi todos ellos; el hedonismo, que pone como bandera el placer y el bienestar. Sólo cuenta la posesión y el disfrute de unos bienes materiales que, por muy abundantes que sean, siempre terminan dejando insatisfecho el corazón humano.

De ahí brotará una vivencia de la nada, que está muy cerca de lo que supone al experiencia de la angustia. Una permisividad, que alienta a una vida sin límites, sin lugares prohibidos; hay que atreverse a todo, hay que probarlo todo, curiosear todos los rincones y recovecos de la intimidad humana. Hay que ir cada vez más lejos: llegar a lo inaudito y sorprendente. Con ello, un relativismo que va acompañado de un subjetivismo. Todos los juicios son flotantes, todo depende de algo, como en una especie de cadena de conexiones, todo es relativo

Decía esta constitución que “el hombre está admirado de su propio poder y de sus propios descubrimientos”. Me parece que el panorama ha cambiado. Hoy no se da tal engreimiento ni euforia, más bien, temor; el hombre teme a sus propias realizaciones.

Se cumplen 40 años desde el inicio de la primera etapa conciliar, en ese momento el mundo parecía que era un conjunto de materias primas que el hombre podía explotar sin ningún límite. En estos momentos ocurre algo distinto, aunque ha avanzado la ciencia, también dos damos cuenta que estos avances están destruyendo nuestro mundo, convirtiéndolo en un lugar de desechos. El poder humano se muestra ante nuestro ojos como limitado, no podemos resolver todos los problemas, se agravan los conflictos, la misma comprensión del hombre se dificulta. Sin duda, que nos hemos percatado de una manera realista de nuestra propia condición. La incertidumbre y el temor, rondan por nuestros pueblos y en el interior de cada ser humano.

Decían los existencialistas que la angustia era la vivencia de la nada: se saboreaba el vacío y la ausencia de contenidos. Es el nuevo nihilismo de nuestros días. Es la disolución por ausencia de contenidos: todo es hueco; laguna, vaciedad, desierto. Es una nueva apatía, con nuevo rostro

De ahí surge un nuevo hombre: embotado, repleto de cosas, pero vacío interiormente. Va a ir siguiendo la ruta de la incertidumbre y de la angustia. Esta época la podemos definir como “la era del vacío”.

3.3. Las respuestas ante una pregunta fundamental: qué es el hombre

Éste es una interrogante que viene repitiéndose a través de los tiempos y al que se ha pretendido responder desde todas las perspectivas posibles. Todo hombre resulta para sí un problema al que cada uno intenta responder desde su propia situación y desde su propia historia. El hombre que encontramos en la calle y del que nos hacemos amigos también nos habla de sus problemas. Ese diálogo comienza por temas intrascendentes; pero luego, nos cuenta sus “verdaderas problemáticas”

La pregunta por el hombre tiene historia. El tema del hombre ha despertado siempre el interés del hombre mismo. Aparece en el primer instante en que el hombre se muestra capaz de asombrarse de su vida y de su circunstancia.

El concepto de hombre sostenido por el cristianismo, y particularmente por Vaticano II, coexistía con otros conceptos del hombre, vigentes entonces en nuestra cultura, los cuales ofrecían una mejor expectativa para potenciar al hombre. Esas comprensiones del hombre, que en aquel momento, para muchos sectores eran prometedoras, hoy, influyen en menor medida o se encuentran empantanadas en sus propios planteamientos. (Marxismo, existencialismo no creyente, la antropología freudiana) El concepto cristiano del hombre no tiene que competir con otros su viabilidad social en estos momentos; esos conceptos están algunos de ellos en un claro agotamiento.

Hoy la idea cristiana del hombre, no tiene un concepto rival vigente como en los años del Concilio. La Iglesia tiene que dialogar con una pensamiento acerca del hombre que está vacío, sin un fundamento que lo haga sostenible y que le libere de la angustia que hoy siente, en la línea de una nueva forma de nihilismo que hemos hablado en párrafos anteriores.

Hoy nos topamos con una contradicción: El hombre de hoy muestra una enorme curiosidad por todo, quiere saber lo que pasa, estar atentos a los cambios y a los nuevos conocimientos científicos y tecnológicos; todo le interesa, pero no construye nada o casi nada, no busca su propia humanización. Se llega a vivir sin ideales, sin objetivos trascendentes, con la sola preocupación de disfrutar de la vida a costa de lo que sea. El hombre está cada vez más lejos de sí mismo. Traído y llevado por ese conjunto de novedades expuestas: materialismo, hedonismo, permisividad, relativismo y deshumanización. Nuestra tarea es recuperar su verdadera condición y originalidad. Tendremos que efectuar esa búsqueda con sumo respeto, para no herir su propia dignidad. Nada más próximo a nosotros que la persona humana y, a la vez, nada más enigmático

3.4. La grandeza de la libertad

La libertad es uno de los valores más aprecaidos y defendidos en nuestro mundo contemporáneo. El hombre moderno tiene un sentido muy agudo de la libertad. El interés por la libertad es primario en todas las culturas y los grupos humanos. El concilio acepta esta realidad, reconocienco que la libertad es el eje de todo el ser del hombre, y la ilumina desde el evangelio. La libertad verdadera es signo de la imagen de Dios en el hombre. El hombre es dueño de su propia decisión, para que de esa manera pueda buscar espontáneamente a su Creador (GS 17)

La verdadera libertad es aquella que ejercita el hombre en su acción, en su intención y en su pensar con relación a la búsqueda del bien. Una auténtica libertad conduce a l hombre a tomar decisiones en las cuales el individuo esté movido e inducido por la convicción interna y personal y no por presiones de ningún tipo.

Una falsa libertad, elige buscando no el bien sino el “simple querer” del hombre. GS 17, nos dice que con frecuencia “(...) sin embargo, la fomentan de forma deparavada, como si fuese pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala”

En nuestra época, para el hombre posmoderno todo es posible, pues ya no tiene líneas demarcatorias entre el bien y el mal, y las decisiones las toma de acuerdo a la preferencia de la mayoría. Así, los tesoros y valores sagrados de la persona humana ya no aparecen por ningún lado. Tanto la razón como la libertad se consideran cosas del pasado, por lo que ya no vale la pena ningún esfuerzo por conquistar nada difícil, por vivir con altura, por sufrir por algo que se considere valioso, pues ahora se trata de alcanzar una vida fácil, la del placer del aquí y ahora.

Uno de los pensadores más representativos en lo que respecta a la negación de la libertad del sujeto es Nietzsche. Este autor, le confiere al hombre una libertad arbitraria, la cual lo lleva a una libre competencia entre los hombres, ejercida como "voluntad de poder"; así, el hombre será el dominador de la vida, que está por encima del bien y del mal. Al defender la libertad del hombre, el filósofo nihilista proclama "Dios ha muerto"; entonces el hombre ya no tendrá que someterse a una serie de preceptos absurdos que lo esclavizan y lo determinan a ser siempre esclavo de los mitos que otros le han impuesto. Así podemos comprender que en la era posmoderna, era de la técnica, lo fundamental es el nihilismo, producto de la negación de la libertad y de la afirmación de la voluntad de poder, que se erige como lo absoluto. Todo parece desmoronarse y la duda radical nos presenta la nada como lo absoluto. La libertad se afirma como pura negación. La constitución estudiada, no muestra que la libertad no es sólo el capricho de la voluntad, pues eso podría ser algo injustificado, sino que la voluntad se ve iluminada y orientada por la inteligencia. La voluntad sólo tiende al bien, pero puede equivocarse, es ciega; la razón tiene la función de esclarecérselo.

3.5. El mal como fracaso y problema humano.

El hombre cuando observa su corazón, comprueba su inclinación al mal, sintiéndose atacado por mucho males, planteándose el origen de este misterio. Toda la vida humana se presenta como una lucha dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y la tiniebla. Estos males no pueden tener origen en el Creador, que todo lo ha hecho bueno. (GS 13)

Podemos decir que, el hombre por encima de todo, incluso del mismo Dios, se ha querido convertir a sí mismo en principio y norma del bien y del mal, como si las acciones se justificaran por el simple hecho de venir de su iniciativa. Además, el hombre experimenta muchas veces, que para poder realizarse necesita suprimir la obra y la persona del prójimo; el hombre que entiende y comprende a cualquier otro como un oponente. Estas situaciones también repercuten en la esfera social. Hoy apreciamos que existen grupos humanos que por no conseguir atraer a todos a sus criterios, aspiraciones, ambiciones e ideologías, segregan a cuantos no piensan como ellos o no se someten a sus criterios.

Muchos hombres viven esa lucha entre el bien y el mal, como una situación, dramática y angustiante. Hacen el mal que no desean hacer y no el bien que a veces tanto anhelan. El mal, por lo tanto no tiene un origen en la fatalidad, sino en las propias decisiones humanas, como una alternativa siempre presente para el hombre libre, pues el mal fue decidido por el hombre desde el principio

Me parece muy importante que tomemos una mayor conciencia de que hoy somos amenazados por males que el mismo hombre ha creado. No dudamos de dónde esta su origen. Esta amenaza se ha convertido en algo cotidiano. La humanidad en estos tiempos que corren para nosotros antes y después del 11 de septiembre vive amenazada. Tenemos la sospecha íntima de que en cualquier momento nos va a suceder algo malo, algo que nos desestabilice y nos lleve hasta al peligro de muerte. Vivimos bajo esta amenaza, desconfiando hasta de nosotros mismos.


Estamos amenazados con un armamento nuclear que puede destruir el mundo en cualquier momento. Está amenazado el equilibrio ecológico del planeta; producimos muchos ácidos y residuos que destruyen nuestro medio ambiente. Un ejemplo de ellos es el terrible desastre del “Prestige”. Nos encontramos amenazados por un mundo en el que las injusticias del norte contra el sur rompen con cualquier tipo de equilibrio a largo plazo. Los del sur se dan cuenta que el norte todo lo tiene. Seguirán entrando en estos países, después que los países del norte invadieran años anteriores el sur. Estamos amenazados en nuestros países, en el mundo entero por la corrupción, nos falta conciencia ciudadana y responsabilidad política. Amenazados por la delincuencia violenta cada día y por el futuro en algunos países más inestables, en el que no sabemos lo que va a pasar mañana. Sufrimos las amenazas de la naturaleza que se nos presenta, a veces, con una violencia terrorífica y de nuestro propio mundo personal; nos convertimos en una amenaza a nosotros mismos y para los que nos rodean. Hemos sido creado buenos, pero al mismo tiempo tenemos una profunda inclinación al pecado, inclinación que no ha puesto Dios en nosotros sino que nosotros hemos ido ideando, trabajando por nuestra propia cuenta.

Se produce la angustia en el hombre por esa amenaza latente, el sufrimiento se hace patente cuando esa amenaza se hace realidad. El mal es siempre una realidad que se opone a todo lo que humaniza. El mal lo único que hace es fomentar el sin-sentido, abocarnos al absurdo. Y todo esto produce dolor, sufrimiento, pena , muerte en definitiva. Por eso tenemos un convencimiento profundo y es que el pecado, el sufrimiento y la muerte revelan de múltiples maneras lo que la condición humana es, en su profunda unidad. Por eso, mantenemos a la vez la profunda esperanza, que estamos capacitados para elegir el bien, sabiendo que necesitamos la asistencia de la gracia divina para que nos libere del mal, pues sólo no podemos. En Cristo encontramos un respuesta al problema del mal. Nuestra libertad, fruto de nuestra creación a imagen y semejanza del Creador, ha sido herida por el pecado; ella ve en Cristo un camino de renovación y restauración de su naturaleza original.

3.6. El misterio de la muerte

La muerte pertenece al ser mismo del hombre. Ningún ser humano ha podido escapar a la muerte y tampoco ninguno ha podido tener la explicación satisfactoria. Así como es imposible explicarnos por qué nacemos, también está fuera de nuestras posibilidades el poder explicarnos el porqué morimos.

El hombre es un ser de contrastes. Como dice GS 14, es una realidad material y espiritual, finita e infinita, individual y social, inmanente y trascendente, temporal y con deseos de eternidad. El hombre es una paradoja, es el “eterno insatisfecho”.

En el hombre cohabitan la vida y la muerte, la angustia y la esperanza, la certeza y la incertidumbre.

Dentro de este conjunto paradójico del hombre, “la muerte es el máximo enigma de la vida humana” (GS 18), frente al cual es inútil esperar una explicación satisfactoria que pueda colmar los deseos de las “semillas de eternidad” que lleva el hombre consigo, ni siquiera la ciencia puede calmar esta ansiedad ni puede satisfacer este deseo. La muerte, se manifiesta como la angustia esculpida en el horizonte de la conciencia contemporánea por razones históricas, filosóficas y eternas.

Ante este abismo sólo puede responde otro abismo; el misterio cristiano. La respuesta cristiana se especifica y se centraliza en Jesucristo, el hombre nuevo, imagen y revelación definitiva del Dios invisible. Cristo ha liberado al hombre de la muerte con su propia muerte. Y de esta manera ha operado la comunión del hombre con Dios. Dios no ha hecho la muerte para el hombre, por el contrario, Él ha creado al hombre para la inmortalidad y lo ha llamado a la comunión bienaventurada y eterna con Él.

3.7. El Valor de la dignidad humana


Vaticano II, ha insistido en la importancia de reconocernos como seres sociales. Ser parte de una comunidad humana, no es un accidente. Necesitamos de la vida social, por lo tanto, a través de la convivencia humana, del diálogo con los hermanos, de la mutua ayuda, engrandecemos al hombre y lo preparamos para responder adecuadamente a su vocación. Existe una intensa conexión entre el desarrollo individual de la persona humana y su propia experiencia social.

Hoy muchos nos cuestionamos como la humanidad ha enfrentado en el siglo XX e inicios del siglo XXI, la afirmación acerca de la dignidad humana. Auschwitz es, sin duda, su símbolo más elocuente. Estremeció la conciencia humana hasta sus cimientos, puesto que puso en evidencia que era posible usar medios racionalizados para la destrucción sistemática de la vida de aquellos que antes eran despojados arbitrariamente de su dignidad humana. No se trata del descubrimiento de un acto irracional ocasional, como suele haber muchos en la historia, sino más profundamente, de la racionalización de la irracionalidad. Parece que no hemos aprendido la lección. Hemos sido partícipes de nuevos Auschwitz en diversas regiones de nuestro mundo: Yugoslavia, los problemas EE.UU. y Golfo Pérsico, la dramática lucha por sobrevivir de los excluidos en África, Asia y Latinoamérica.

Aproximadamente, las 4/5 partes de la población mundial asisten a la globalización pero no participan de ella. Mil 300 millones de personas han de pasar con menos de un dólar al día. Estimando la pobreza absoluta como un ingreso inferior a 370 dólares al año, Asia tiene 778 millones de pobres absolutos, África 398 millones y América 156 millones. De los 4400 millones de habitantes de los países "en desarrollo", aproximadamente tres quintas partes no tienen acceso a agua limpia, una cuarta parte no tiene vivienda adecuada y una quinta parte no tiene servicios normales de salud. Se calcula que en el nuevo milenio faltará agua potable para el 40% de la humanidad, en este nuestro planeta tierra que es con más razón "planeta agua". Estado Unidos, por otra parte, con apenas un 5% de la población mundial, utiliza el 25% de los recursos mundiales. "La hermana madre Tierra", que diría Francisco de Asís, está siendo brutalmente violada.

Hoy no sólo el Estado de Derecho, puede ser usurpado por un tirano, que incluso podía atenerse al procedimiento legal establecido en su propio ordenamiento jurídico, sino por una nación entera, involucrada en la ejecución, en la justificación, en el encubrimiento o en la omisión e indiferencia no sólo a todos sus hijos, inocentes o culpables, sino también a las demás naciones. Creo que nadie podría sentirse exculpado de un hecho social y político de esta magnitud.

Una de las mejores protecciones que podemos darle al hombre, es el equilibrio y balance entre los poderes sociales mediante el procedimiento definido para la acción de cada uno de ellos. No es el fundamento lo importante, sino el equilibrio de los procedimientos que corrigen los desequilibrios existentes. Y para garantizar esta forma de proceder, nada mejor que la libertad de información y de prensa que puede denunciar los actos que no se ajusten al marco institucional definido para ellos.

La vida de cada ser humano es un proyecto de otro, no de sí mismo. El hombre que cree tener el poder para pasar de la nada al ser, termina inevitablemente destruido por la mentira, por la idolatría de sí mismo, por la añoranza del "superhombre", llenando el vacío del ser con la negación de sí.

3.8. La igualdad entre los hombres y la justicia

Es injusto el mundo en que existen países desproporcionadamente ricos y países exageradamente pobres. Países protectores y países mendigos. Países orgullos y países humillados. Vivimos en un mundo injusto, el cual está montado para que unos monopolicen el poder, la opinión, el dinero, la propiedad, la cultura, la industria, las tierras, el comercio y todo; de forma que crezca su poder, su opinión, su dinero y su propiedad. Esta nueva época, caracterizada por la mundialización, por gracia de Dios y por el humano proceso de la historia, es “inevitable”. Y esa mundialización exige el reconocimiento de esta situación de desigualdad que provoca tanta muerte y angustia. Exige el reconocimiento de los varios mundos como pueblos, culturas, religiones, dentro de un solo mundo humano; sin primero, sin tercero, sin cuarto. Ese reconocimiento reclama, para que sea real y no apenas escrito, la descentralización de las instancias de planificación y de decisión. No puede ser que sólo tengan nombre, que solo sean reconocidos los poderosos, pero aquellos que no cuentan, los “sin nombre” quedan en la penumbra, esperando la llegada de su muerte. Solamente esta descentralización hará posible la participación corresponsable y desarrollo efectiva de todos los pueblos.

4. Conclusión

La lectura de la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, me ha ayudado a reconocer la riqueza del humanismo que Vaticano II ha querido mostrar al mundo. Ha querido iluminar la vida de los hombres, para que llegue a plenitud la vocación a la cual han sido llamados a vivir y dar esperanza a aquellos que hoy se sientes sumergidos en diversas situaciones de angustias, sufrimientos y exclusiones que nos les permite encontrar la verdad de su condición humana. Gaudium et spes es un documento original. Es la primera vez que un documento del magisterio extraordinario habla sobre los aspectos directamente temporales de la vida cristiana. Nunca se había hablado tan directamente del hombre enfrentado con los problemas de su vida en la tierra. La Iglesia debe lograr un mayor acercamiento al hombre actual y al mundo en el cual vive. Ser capaz de acompañar los procesos históricos que los hombres van gestando, desde una actitud de servicio y compromiso total con cada una de sus necesidades y aspiraciones.

Sin duda que el anuncio de Jesucristo y su Evangelio, pueden llenar los vacíos, aliviar las angustias y liberar de las opresiones a los hombres y mujeres que forman parte nuestro mundo.

BIBLIOGRAFÍA

A. ALVAREZ-SUÁREZReleyendo la “Gaudium et Spes” de la teología a la antropología”: Burgense, Nº 33, Vol 2, (1992), 381-420

C. LLANO, La dignidad de la persona humana en la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”: Efemérides Mexicana, Vol. 9, Nº 26 (1991), 181-194.

G. RESTREPO, La antropología en la “Gaudium et Spes”: Cuestiones Teológicas y Filosóficas, Año 21. Nº 57, (1995), 7-23