martes, 11 de diciembre de 2007

¿De qué modo la culpa obstaculiza la relación con Dios?

¿Cómo puede ser trabajada?

La culpa es uno de esos temas que tocan la raíz y cuestionan los fundamentos de nuestra antropología y teología. Afrontarla significa recontextualizar de nuevo la propia fe y asumir de modo muy concreto la propia situación del hombre en el mundo.

Para responder a la preguntar con propiedad, debemos distinguir dos términos fundamentales que se relacionan, pero que tampoco existe una clara línea divisoria entre ellos: el sentido de culpa y la culpabilidad. El sentido de culpa[1] señala los aspectos objetivos de la responsabilidad de una acción u omisión frente a una norma legal, un principio moral, o una costumbre social. El fenómeno de la culpa, “constituye una condición básica para la in­tegración del sujeto y para su acceso a la realidad y al mundo de los va­lores. Necesitamos, por tanto, de esa estructura psíquica que proporciona la posibilidad de sentirnos a disgusto cuando nuestro comporta­miento se aleja de las metas que un sano Ideal del Yo nos puede propo­ne”[2].

La culpabilidad, se distingue por la vivencia[3] que la culpa provoca en la persona, sobre todo en su dimensión afectiva. Este sentido de culpa puede “desembocar en una culpabilidad malsana, cuando se rompe la relación significativa o se pierde la proporcionalidad entre sujeto y objeto”[4]. Entonces habrá que hacer un claro discernimiento para diferenciar una sana culpabilidad que se mueve a la transformación de la persona y otra cuyo objetivo es al parecer el autocastigo y la autodestrucción.

El primer modo como esta realidad obstaculiza la relación con Dios es ir perdiendo cada vez la capacidad de reconocer la culpa, puesto que no existiría la posibilidad de conversión, transformación ni cambio[5]. El psicoanálisis, en efecto, nos ha llamado la atención sobre la dificultad que podemos llegar a experimentar para hacernos conscientes y responsables de nuestra culpa. Cuando la culpa no es reconocida, porque el propio narcisismo lo impide, fácilmente se proyecta sobre los demás nuestro propio mal interno y de ese modo, se intenta aliviar el íntimo malestar y peso moral. Sabemos que Dios no puede salvar aquello que nosotros no hemos de verdad asumido.

Lo anterior se profundiza cuando se ha ido perdiendo la noción de pecado. El pecado es una categoría religiosa que no se apoya únicamente en sí misma, sino que constituye un modo de vivir una experiencia radical que afecta a toda persona: la experiencia de la culpa. Es frecuente encontrarse hoy con cristianos que experimentando sentimientos de culpa, no reconocen presencia de pecado en su vida, considerado éste en todas sus dimensiones (personal, eclesial, social). Reconocer la culpa ante Dios, significa colocarse en la postura del publicano, que con humildad no esconde su pecado, asume su propia verdad, y espera el perdón y la misericordia de Dios, para así levantarse y proseguir el camino que el Señor le ha invitado a vivir.

En relación a la culpabilidad malsana, esta dificulta la experiencia de Dios en la medida que tiende a ser más egocéntrica, centrada en el sujeto y no en el daño que ha podido generar con sus acciones u omisiones. Lo que le preocupa es el daño que la situación culpable le puede generar a él como la ruptura de su imagen ante los demás, que se manifiesta generalmente en sentimientos de angustia. Crecer en experiencia de Dios, significa crecer en el amor a los demás, y en amarles, como Cristo nos ha amado. Además con este modo de vivir la culpa, desconocería que Dios es el único salvador y el camino verdadero de conversión, que confía en la misericordia y en la gracia de Dios.

También la experiencia espiritual se ve obstaculizada cuando, experimentamos una culpabilidad de tipo tabú, sobre todo de índole sexual. En ella los sentimientos se relacionan con una primitiva vergüenza, asco y temor, que se suele expresar en términos de pureza e impureza, suciedad, fealdad, mancha, etc., ligados a unos sentimientos pseudoreligiosos, de carácter más instintivos. De esta manera se desconoce a Dios como un creador bueno y amoroso, que nos ha dado el don de ser sexuados, para enriquecernos en nuestras relaciones con Él, con los otros y con lo creado. Una culpabilidad de tipo tabú, nos impide ver que existen otras áreas que necesitan ser integradas con la experiencia cristiana, especialmente la dimensión social de nuestra fe. Esta culpabilidad tabú adquiere una enorme fuerza expresiva en la obsesión neurótica. El escrupuloso se debate angustiosamente con el impulso irracional que le hace sentirse culpable, sin que su libertad tenga nada realmente que decir en el círculo de la penosa compulsividad[6].

Por último la culpa que brota de una tendencia legalista, también puede ser un impedimento para la experiencia cristiana, puesto que la persona ha convertido la norma en un ídolo, dejando de ser un medio para responder a la propia vocación, a la consecución del bien común y de la propia realización personal. Los valores y las normas absolutizadas se convierten en fuente irracional de culpabilidad, mostrando una dificultad para alcanzar la autonomía, dejando al sujeto fijado en estadios infantiles. La culpa no está puesta en relación con la intencionalidad, ni el daño, sino con la misma norma.

Cómo trabajar las dificultades en la vivencia de la culpa.

  1. Reconocer que el fenómeno de la culpa es una realidad humana, que se fundamenta en nuestra propia libertad y necesaria para nuestro propio crecimiento y transformación.
  2. Invitar a profundizar en el propio autoconocimiento, reconociendo sus necesidades y valores, los principales sentimientos que se experimentan y especialmente haciéndose consciente de las heridas y los aspectos vulnerables de su historia personal.
  3. A nivel psicológico, aprender a dar nombre a lo que se esta vivenciando con la culpa: ansiedad, miedo, la sensación física. Aceptar la contradicción que supone la condición humana, y la tensión que se produce entre el ideal que se quiere vivir y la propia realidad personal. En personalidades más narcisistas, aprender a valorar lo que está fuera de uno mismo. Descubrir lo favorable, lo bueno que hay en otros.
  4. Revisar nuestras imágenes distorsionadas de Dios, ya que los fetiches, junto a las reacciones desproporcionadas que brotan de nuestras compulsiones, generan culpas. Tomar contacto con el Dios que nos ha revelado en Jesucristo: misericordioso, que ama incondicional y gratuitamente y que nos llama a sumarnos a su proyecto histórico que es el Reino.
  5. Proponer una catequesis renovada en torno al perdón y el pecado, insistiendo en la dimensión social de la fe cristiana y la consecuencia que tienen nuestros actos u omisiones en los demás. Un sentido de culpa, cuando conduce al arrepentimiento por el daño causado al otro y la ofensa dirigida a Dios, es sumamente liberador.
  6. Hacer un discernimiento para distinguir una verdadera experiencia espiritual cristiana, en su dimensión contemplativa y práctica (mística y ascética) y ciertos actos piadosos, gestos rituales, creencias y dogmas que esconden soterradamente sentimientos de culpa no bien integrados[7].



[1] Sigo la distinción que hace T. Mifsud, Culpabilidad y arrepentimiento: Una perspectiva ética. En: Cuadernos de Espiritualidad 147, 17

[2] C. Domínguez, Experiencia Cristiana y psicoanálisis, Sal Terrae, Santander, 2006, 82-83.

[3] Aunque la culpabilidad es sobre todo sentimientos, he preferido utilizar “vivencia”, para expresar sobre todo su complejidad, ya que hay otros componentes que acompañan al sentimiento de culpa, como son la vergüenza y el miedo. (Cf. A. Ávila, Para conocer la Psicología de la Religión, Verbo Divino, Estella, 2003, 173.) Sin olvidar que una culpa más neurótica, no nos permite distinguir de manera precisa los sentimientos que se genera, siendo estos aunque difusos, muy acentuados. (Cf. M., Szentmártoni, Manual de Psicología Pastoral, Sígueme, Salamanca, 2003. 109).

[4] T. Mifsud. op., cit., 18.

[5] C. Domínguez op., cit., 84

[6] Cf. M., Szentmártoni, op., cit., 112-113.

[7] C. Domínguez op., cit., 86.

domingo, 14 de octubre de 2007

I. Conceptos fundamentales de la espiritualidad Oriental

1. Teología vivida.

En oriente Cristiano se ha mantenido la unión entre dogmática y espiritualidad, entre teología y vida, entre teología y mística. En el mundo oriental, la teología es alabanza, contemplación, liturgia, mística, adoración y experiencia espiritual. Ha habido siempre un esfuerzo por vivir el misterio trinitario, por eso, entienden que el dogma se puede llegar a comprender de algún modo, sólo viviéndolo.

2. Una espiritualidad trinitaria.

Debido a esta profunda unidad entre Teología y Espiritualidad, para los orientales, la Teología es la contemplación de la Trinidad, y en esta vida en Dios, lo importante no es la especulación teológica, sino la divinización y salvación del hombre. Por lo tanto, la experiencia espiritual será una vida en el Espíritu, por medio del Hijo, hacia el Padre. La vida en Dios es espiritual, es decir, es vivir bajo el soplo de la vida del Espíritu. En Dios Trinidad, para los orientales, existe un principio monárquico, el Padre, que asume la unidad de las tres personas en un perfecto amor sobreabundante y en una naturaleza. La generación del Hijo y la procesión del Espíritu significan, ante todo, la consubstancialidad con el Padre.


La persona del Hijo y del Espíritu

El Hijo recibe del Padre la vida, la gloria, el poder; pero no los recibe para monopolizarlos, poseerlos y disfrutarlos solo, sino para enajenarlos (lo propio del descenso Flp 2,6ss) y entregarlos. El Misterio de la encarnación se resume en la siguiente afirmación “Dios se ha encarnado para que el ser humano pueda llegar a ser Dios”. La encarnación tiene una dimensión netamente salvífica; su causa no está en el pecado de los primeros padres, sino en al misericordia y la fidelidad divinas. Dios es fiel a su amor y a su plan primero de la creación, en continuidad con la cual se encuentra la encarnación. Los Padres orientales hablan de la voluntad de encarnación preexistente en la Trinidad, manifestado por el loco amor de Dios por los hombres, la filantropía divina; la venida de Cristo es por misericordia y condescendencia divina.

La pneumatología, es una de las grades riquezas del mundo oriental. Por el Espíritu se tiene el primer contacto con Dios. Pero el Espíritu permanece oculto: su función no es revelarse a sí mismo, sino revelar al Hijo. El Espíritu estaba presente en la creación: mantiene todas las cosas en su dimensión primordial, lo cual permitirá la aparición del orden lógico creado por el Logos. Su función es perfeccionar la creación, hace que todo llegue a la comunión con Dios. El Espíritu, en fin, es el don que hace el Padre a los creyentes, por medio del Hijo, para que participen en él. El Espíritu no es nada por sí mismo; es pura recepción, puro regalo y puro don; de ese modo es pura plenitud, alegría y dicha eterna, perfección pura sin fin.

3. Su concepción antropológica.


Imagen y semejanza de Dios

El tema de la imagen y semejanza de Dios ocupa un lugar central dentro de la espiritualidad oriental. Aunque la noción de imagen como la de semejanza tiene raíces en la filosofía platónica, los padres parten fundamentalmente de los textos bíblicos, especialmente de Gn 1, 26-27b y Sab 2, 23. La imagen (ei)kw/n) sería el don de Dios en la creación, la gracia recibida; la semejanza (o(moiosij), el término, la meta hacia la cual el hombre debe tender, la tarea humana de la perfección. La imagen sería una divinización coactiva, virtual; la semejanza es real, fruto de un proceso, en el cual hay una sinergeia, una colaboración entre la primacía de la gracia divina y el esfuerzo humano.


La constitución del ser humano

Es digno de destacar, la importancia que se le da en la espiritualidad del Oriente al Conocimiento de sí mismo. Para Filón de Alejandría, este conocimiento, debe ser con vista al mejoramiento moral-ético, partiendo del Logos divino. Nos ayuda este conocimiento a conocer a Dios, ya que al ser imagen de la divinidad, podemos conocer perfectamente a Dios, pero siempre salvaguardando su trascendencia y la incomprensibilidad de su esencia.

Los tres componentes de la estructura humana serán: sw~ma (cuerpo); yuxh/ (aliento vital, fuerza vital, el alma como principio de la vida, voluntad, deseo) y el pneu=ma (alma, espíritu, nous, mente-intelecto). La dificultad de comprensión, está latente entre yuxh/ y pneu=ma; los griegos platónicos, unieron ambos conceptos al alma. Insistiría en que el pneu=ma es el sentimiento de lo divino en el ser humano, de origen divino e inmortal. Será necesario, acoger plenamente, en libertad, la vocación a la que estoy llamado; yuxh, hace referencia a las claves psíquicos del cuerpo.


Según Oriente, el alma vivifica al cuerpo, lo hace <>, y el espíritu <> a todo el ser humano. Lo corporal y lo psíquico existen uno en lo otro, regido cada uno por sus propias leyes; lo espiritual no es la tercera esfera, sino el principio de cualificación que se expresa a través de lo psíquico y lo carnal y los hace espirituales. Está implicado todo el ser humano en el proceso espiritual, y se observa aquí el momento de la ascética y de la mística. La ascética cubre toda la etapa de control de las pasiones, es decir la espiritualización del cuerpo y la mística es la espiritualización de lo corporal y lo psíquico. La meta del ser humano, será el volver a ese estado original, a la libertad plena,
e)leuqeri/a” , la capacidad de elegir el Bien; un estado en que el hombre se controla así mismo, en el cual ya no está dominado por las pasiones. Algunos padres, entre ellos, Gregorio de Nisa, hace referencia a la parrhsi/a, a la libertad interior, una libertad de palabra o lenguaje.

El concepto de espíritu-nous, para los orientales , ha sido considerado demasiado amplio en su significación. No puede servir de centro hipostático del ser humano. Hay que buscarlo en la noción bíblica de corazón. Este concepto, reúne todo lo que es plenitud, de todo el ser; es el núcleo personal que decide lo que uno es o no es. Es el único capaz de Dios; tenemos un corazón tan ansioso que sólo Dios puede llenar. El corazón integra todas las facultades del espíritu humano. Es el centro radiante, pero que permanece oculto en su misteriosa profundidad. Más adelante, profundizaremos al respecto.

Con respecto al tema del cuerpo, existe, a mi modo de ver, una cierta ambigüedad en la tradición oriental. Sabemos que en platonismo, existe una visión negativa del cuerpo, el cuerpo es el enemigo del alma. Sin embargo, otros lo ve como medio de salvación; la sarc, vuelto hacia sí es pecado, pero el swma vuelto hacia Dios, es principio positivo. El peligro estará presente en espiritualizar demasiado el cuerpo, que puede provocar la eliminación del elemento corporal.


La caída y el problema del mal.

La antropología ortodoxa no comienza con Gn 3, con el tema del pecado, sino que con Gn 1,26-27. Lo primero es la imagen de Dios en ser humano creado, llamado al divinización. El ser humano, como ser personal, estaba frente al Dios personal. Dios se dirige a él como persona, y el hombre responde. El ser humano, hombre y mujer, fue creado p000erfecto; pero su estado no coincidía con el fin último, pues hay una distancia entre la imagen y su semejanza perfecta que es la divinización. Antes de la caída, el hombre gozaba de una fácil comunicación con Dios, gozaba, como hemos dicho, de una autodeterminación libre.

Es el hombre, que peca libremente. El mal entra en el mundo por la voluntad libre del hombre. El hombre ha pecado porque se dejó llevar por su egoísmo, por su deseo de autoafirmación, por su philautía. Pero el mundo oriental sitúa entre el pecado original y el estado originario la realidad de la serpiente. El mal no nace en el hombre mismo, sino que viene de fuera, es algo extraño a la naturaleza humana, introducido por la fuerza. Sin embargo, la imagen de Dios en el hombre no queda destruida; queda sólo como oculta, deformada, tapada bajo la imagen diabólica. El hombre queda desnudo y es recubierto de túnicas de pieles, pierde la parrhsi/a y su inteligencia se desintegra del corazón. El retorno a este estado será fruto de proceso y de una cooperación entre el hombre y Dios, una integración de ascética y mística.


4.
El camino de la oración.

La oración es necesario en un proceso de divinización; por medio de ella se pasa de la imagen a la semejanza, asemejándonos a la imagen de la Imagen. Según Teófanes el Recluso, la oración es “la respiración del Espíritu”, “ el barómetro de la vida espiritual”. Las tres principales definiciones de la oración son: a) elevación de la mente a Dios (evagrio, Juan Damasceno); b) Coloquio con Dios (Evagrio); c) Petición a Dios de las cosas convenientes (Basilio).

Además de conversación, la oración es una comunicación, es el encuentro habitual, la reunión, donde lleva un momento de confianza. Toda oración debe estar dirigida al Padre, por medio de Jesucristo en el Espíritu. En toda oración implícitamente hay una epíclesis, siempre debe estar presente la invocación al Espíritu. Siguiendo a Téofanes el Recluso, no hay una sola forma de orar, depende de las circunstancias. 1 Tm 2,1: la oración puede ser: peticiones( de/hseij); oraciones (proseuxa/j); súplicas (e!nteucij); acciones de gracias (eu9xaristi/aj)


1.
Petición: las necesidades me llevan a orar, Dios siempre escucha, atiende, oye, recibe. Esta oración nos lleva a buscar la protección de Dios, implorando la fuerza para lucha y la gracia que fortalece.

2. Oraciones: La oración más elevada es la doxología, la gloria de Dios. La gloria no es algo imaginativo, son los acontecimientos históricos en que Dios ha penetrado la historia. ... es el éxodo, la muerte de Cristo. Cristo es la plena gloria de Dios.

3. Las súplicas: dirigidas en gran confianza (parrhesía) fruto de gran libertad en el acceso a Dios

4. Eucaristía: agradecimiento de los bienes recibidos. Hoy en día, alabar y la acción de gracias, tienen el mismo modelo.

5.

Oración corporal

La tradición oriental otorga mucha importancia al cuerpo dentro de la oración. El ser humano responde con el gesto, con la voz, con movimientos corporales, grita a Dios; pero todo ello debe corresponderse con la disposición interior. Dios conoce al ser humano, y a veces no es necesario palabras. Fue habitual en oriente, el lenguaje de las manos levantadas, con la cara hacia oriente, en reposo, en señal de cruz, mirando donde nace Cristo. El orante de pie y con las manos levantadas es la posición más excelsa.

Oración vocal

Existen dos posiciones. Unos están en contra, pues la relacionan con rituales mágicos. Algunos padres aunque son críticos aceptan esta oración como una forma pedagógica para los que comienzan e incluso para los avanzados. Esta oración puede utilizarse para comenzar la oración. La oración vocal está en estrecha relación con la encarnación y con el tema del cuerpo.

Oración Litúrgica

Toda cultura construye diversas expresiones religiosas. Se comunica a base de rituales, es el lenguaje de las palabras y los tiempos. Para el mundo ortodoxo, al liturgia expresa el misterio esencial de la Iglesia. La liturgia expresa y opera el misterio de Dios, pidiendo que el Logos descienda para que la criatura llegue a ser Dios.


La liturgia es el lugar de la divinización del ser humano, siguiendo las tres dimensiones del tiempo humano.:

1. Anamnesis: la Iglesia recuerda toda la vida de Cristo. Está pues cimentada sobre la historia de la salvación; no es un rito cósmico cíclico. Es la dimensión de memorial ya existente en al liturgia judía.

2. Epíclesis: La Iglesia, recordando la vida de Cristo y su promesa de enviar el Espíritu, pide al Padre el don del Espíritu para que santifique los dones y la comunidad reunida. Es elemento esencial de la liturgia y de los sacramentos, pero su acción no termina en los elementos simbólicos materiales, sino en al comunidad eclesial.

3. Escatología: La liturgia anticipa el futuro y el don del Espíritu que inaugura la escatología, y lo hace presente ya en la liturgia. El reino ya está aquí presente, y Jesús no sólo es el que vendrá, sino el que viene ya ahora.


La oración de Jesús y el Hesicasmo

Nicéforo el Solitario compuso el tratado de la sobriedad y de la guarda del corazón, como conclusión de una pequeña filocalia, centrada sobre el método de la vida de Jesús. Hacer <>, chocar el entendimiento en el corazón, significa hacer consciente la presencia de Jesús en el corazón. <> el hombre lo encuentra en su corazón; ésta es la antigua tradición de la oración de Jesús o de la oración del corazón. La invocación del nombre de Jesús universaliza la gracia de su Encarnación, permite a todo hombre su apropiación personal: su corazón recibe al Señor. La invocación del nombre de Dios va acompañada de su manifestación inmediata, porque el nombre es una forma de su presencia.

Según Juan Clímaco, el fin del hesicasmo es <>, <>. Las homilías del Pseudo Macario orientan hacia esta dimensión más corporal . la unión del alma y del cuerpo en una unidad integral. Existen dos elementos. Uno de técnica psicosomática, que se caracteriza por una disciplina respiratoria que tiene por objeto fijar la atención y unificar las facultades, unir el espíritu y el corazón, o la razón y el corazón, y esto sincronizado la entrada del espíritu al corazón con la inspiración del aire, que se espacia y retiene para evitar la disipación. El segundo elemento es de orden casi sacramental, la invocación del nombre de Jesús, y este elemento no debe separarse del primero.


6. Contemplación

El problema de la contemplación (qewri/a), el problema del conocimiento(gnw~sij) en general. El primer conocimiento es el sensible. Los griegos, desde un punto de vista psicológico, fueron de naturaleza “visual”. Según lo dicho por Plotino, “es hermoso lo que agrada a la vista”. Pero pronto la filosofía denunció la insuficiencia de los sentidos, que nos ofrecen solamente la opinión (doxa). La verdad (idea-logos) se descubre con el ojo del entendimiento (nous),por eso cuando el entendimiento contempla el objeto más noble, la contemplación alcanza su perfección (gnw~sij).

La verdadera gnosis de los cristiano no es un contemplación estética, ni se trata de una “ciencia simple”. La contemplación es el conocimiento religioso que descubre el logos theoteles, el sentido “final” de las cosas, aquello para lo cual fueron hechas, la Providencia que se expresa en los acontecimientos del mundo, el “sentido espiritual” escondido bajo la “letra” de la Escritura. Las condiciones indispensables de esta contemplación son la iluminación divina y la pureza moral. Para el mundo oriental es el ojo del pneuma-nous, el que puede contemplar lo divino. Lo hace por connaturalidad, pues podemos decir que es copia del Espíritu de Dios en nosotros.

Pero al estar en conexión con la psyje y el soma, debe transformarlos y orientarlos hacia lo divino. El nous es intuitivo, es don espontáneo, no de carácter científico, de sino que su conocimiento es por intuición, sin pasar por lo racional.


El corazón, órgano de la contemplación

El corazón indica la totalidad de la persona humana. Esta totalidad de mi “yo” escondido se manifiesta por medio de “sentimientos” del corazón, o sea a través de un conocimiento intuitivo y contemplativo; estos sentimientos pueden considerarse verdaderos a condición que sea puro. Podríamos entender corazón como “conciencia”. La función del corazón es sentir todo lo que afecta a nuestra persona. En el corazón se concentra la actividad espiritual del hombre, las verdades reciben allí su cuño, las buenas disposiciones hunden allí sus raíces, mientras que es obra del corazón dar sabor a las cosas.

7. La mística oriental.

Podemos dividir la mística oriental, en una mística de la luz y en una mística de las tinieblas. En la primera forma se supone que el entendimiento, después de haberse purificado por medio de las virtudes especialmente de la caridad, se simplifica, se libera de la multiplicidad de los conceptos, se queda desnudo, no razona y puede ver a Dios. (Evagrio). En la mística de las tinieblas (Gregorio de Nisa), se supone que Dios se encuentra fuera de las leyes de la inteligencia. Para alcanzarlo hay que salir fuera de la actividad del entendimiento. Profundizaremos estos aspectos, a continuación, cuando veamos los aportes de los autores más significativos del Oriente Cristiano.

II. Explicación de las ideas más importantes de los autores que mayor influjo han obtenido en la Espiritualidad Oriental Cristiana.


  1. Gregorio de Nisa

En su obra De Vita Moysis, Gregorio desarrolla su teología mística en profundidad, señalando las etapas del progreso espiritual. En el mismo prefacio, Gregorio cita el texto de Flp 3,13, que usará siempre como columna vertebral de su exposición doctrinal sobre la naturaleza de la epektasis, expresión sintética del pensamiento esencial de todo este libro puesto que el Bien (Dios) es infinito, la perfección de la virtud consiste en no tener límites, es decir, en ser infinita; es el movimiento inagotable hacia Dios que constituye el fondo del ser humano como dinamismo interno de su itinerario hacia Dios. Gregorio de Nisa ha sistematizado de alguna manera este progreso espiritual como una ascensión que va de la iluminación a la tiniebla:

PRIMERA ETAPA: ZARZA ARDIENTE - LUZ APATHEIA (Ex 3, 1-6) : El primer momento lo podemos llamar como el de la purificación, que sucede por medio del bautismo, llamado también iluminación, en cuanto que se abandonan las tinieblas del pecado; quedamos descalzos, de todo cuanto es el mundo de los sentidos, alcanzando así la tranquilidad de espíritu, la libertad, que para el Niseno constituye la imagen divina en el hombre.

SEGUNDA ETAPA: SINÁI: NUBE- THEORÍA: El segundo momento, es el paso del mundo sensible al inteligible, cuando hay que volver sobre uno mismo, huir dentro de nosotros mismos para encontrar la interioridad y dar con aquellas realidades verdaderas, las que existen, una vez que fueron dejadas aquellas que no existen.

TERCERA ETAPA: Ex 20,1: SINAÍ - TINIEBLA - THEOGNOSIA : El tercer momento es el verdaderamente místico, cuando el hombre viene introducido en las cosas que existen, pero donde ya no cuentan ni los sentidos, ni el intelecto, sino la fe y el amor. Aunque nos acerca a Dios, sin embargo nos introduce al mismo tiempo en la tiniebla de su conocimiento, porque él sigue siendo aún incognoscible. La fe es una “tiniebla luminosa”. Luminosa porque el alma descubre la trascendencia divina; y es tiniebla oscura o negativa no a causa de Dios, que es luz, sino por el exceso de esta presencia divina.

2. Evagrio Póntico

Para Evagrio existen tres niveles de contemplación:

a. De los seres visibles, seres corporales o sensibles (theoria física): tiene como fin, el conocimiento de Dios a través de estos seres. Se debe descubrir la sabiduría del Creador, haciendo una exégesis moral del cosmos, dentro de una armonía de lo creado.

b. De los seres Incorpóreos, inteligibles (theoría noética): el objetivo será el de descubrir nuestra propia alma, el Espíritu es el alma de nuestra alma; el que descubre el alma conoce los conocimientos de la vida y vive una vida plena.

c. Contemplación de Dios uno y trino (teología)

En la vida todo está ordenado en vistas ala contemplación y en función del conocimiento de Dios, hasta el punto de que la caridad, es esencialmente el amor del conocimiento. Pero el conocimiento esencial de la Trinidad es una gracia. Este conocimiento está pro encima de todo pensamiento, sin concepto. Se requiere la desnudez del entendimiento.. La visión directa de la esencia divina es inaccesible; Dios en sí mismo es inasequible.

  1. Máximo El Confesor

Debemos a San Máximo la doctrina de la edificación, la cual ha influido enormemente en Oriente. Esta divinización tiene su fundamento en el dogma de Calcedonia. La encarnación y la divinización son dos caras de un mismo misterio. <>

- Conocimiento de Dios: No podemos conocer la esencia de Dios, solo podemos contemplar sus atributos. La contemplación pasa a la unión con Dios en al ignorancia que supera todo conocimiento.

- Revelación de Dios: en primer lugar por ley natural; el hombre puede conocer a Dios porque se ha revelado antes en el por los logoi. En segundo lugar por la Sagrada escritura (Ley escrita) y finalmente por la Ley de la gracia-amor: cumplimiento y perfección de las dos leyes anteriores

- Cristología: La encarnación es el culmen de la divinización. La Transfiguración (resurrección) anticipo escatológico de la divinización (símbolo de la presencia de Dios en el mundo)

- Pneumatología: Existe una doble liturgia del Espíritu: a) anamnesis mistagógica; b) epíclesis escatológica. El espíritu invita a la Iglesia a participar en las bodas del cordero

- Divinización: Es el cumplimiento de la naturaleza humana en Dios. Es una adopción personal del ser humano en el Hijo. La meta es tener los mismos sentimientos del Hijo. Vivir en el amor Trinitario. Nacimiento escatológico de caridad de la Trinidad.

  1. Simeón el Nuevo Teólogo:

No se trata de una doctrina, sino de una experiencia. La mística de las tinieblas deja el sitio a la mística de la luz. La nube vista por Simeón no es la nube de Moisés, sino la luz del Tabor. Dio se s luz inaccesible e infinita. Cristo es el eikon del Dios invisible; en cuanto encarnado, es como el Sol que irradia la luz del Espíritu. Desde su luz irradia, su esplendor. Dios se ha revelado como Trinidad, pero su esencia permanece inaccesible. La Gloria y divinidad del verbo trasciende toda luz y todo conocimiento. A través de la manifestación de su encarnación, el incognoscible se deja ver en la humanidad concreta de Cristo. Para Simeón, la unión deificante es una comunión personal con el Dios personal. Sin embargo Dios “viene bajo cierta imagen, una imagen de Dios: porque Dios no se aparece en una figura, sino que se hace ver en su simplicidad, formada por la luz sin forma, incomprensible e inefable. Sin embargo se hace ver claramente, es perfectamente reconocible, habla y oye de una manera que nos se puede expresar. No podemos medir de ninguna manera por la inteligencia, ni expresar con palabra ese don de Dios.

  1. Gregorio Palamas

1. LA TEOLOGÍA APOFÁTICA: La teología apofática, para Palamas, consiste precisamente en decir "lo que Dios no es” por que el intelecto creado, lo mismo que el conocimiento analógico o simbólico que le es <>, no puede jamáis concebir directamente lo que Dios es..

2. EL CUERPO TRANSFIGURADO: Para Palamas, lo que sale del corazón, es el principio mismo de la participación del cuerpo en la oración, principio fundado sobre la práctica sacramental y una idea de salvación en Cristo que concierne al hombre en su totalidad, alma y cuerpo. La participación del cuerpo en la oración, así como el aspecto corporal de los actos sacramentales, es así a la vez una necesidad y la señal de una transfiguración escatológica que se ha convertido en accesible en Cristo.

3. DEIFICACIÓN: COMUNIÓN CON EL CRISTO INCREADO: la doctrina palamita de la edificación es, siempre y sin ambigüedad, basada en los datos cristológicos: con la Encarnación, hay un cambio radical en las relaciones entre Dios y el hombre. El hombre es un ser "abierto a Dios" y destinado por naturaleza a la comunión divina: por la victoria sobre el pecado y sobre la muerte (que había suprimido esta apertura), Cristo ha restaurado esta comunión -y en consecuencia también la naturaleza.

4° ESENCIA Y ENERGÍA: Lejos de suprimir la trascendencia divina, la deificación del hombre "en el Espíritu" lo vuelve más evidente aún. Palamas realiza la distinción real entre la esencia divina, siempre trascendente, y las energías, comunicativas de la vida divina a las criaturas. Es imposible comprender el pensamiento palamita sobre las energías sin admitir en primer lugar, con él, que toda manifestación de Dios ad extra, es decir, fuera de su esencia trascendente, es una manifestación personal.


6. Nicolás Cabasilas

Es una gran teólogo y liturgista. Sigue a Palamas y recoge de él el principio de una participación real en la vida divina. Dirige sus escritos a los que viven en la ciudad y enseña un humanismo transfigurado que santifica todas las profesiones y lleva la vida a su intensidad más alta. la vocación universal es la de la vida intensa en la Iglesia por medio de al liturgia y de los sacramentos, que Cabasilas titula, “la vida en Jesucristo”. Recibimos el ser en el bautismo; la unción crismal nos otorga el dinamismo de los actos y la eucaristía nos hace inmortales. Recoge del hesicasmo, los conceptos de “vigilancia” y de la “memoria de Dios”; la aplica a la meditación sobre la inmensidad del amor de Dios que llama, “amor loco”, de Dios al hombre. En la perspectiva litúrgica, el Sacerdocio real del laicado manifiesta su dignidad eucarística, la dignidad del hombre a quien Dios asimila sustancialmente. La oración de Jesús muestra que Cristo no está ausente de los que le buscan, Dios se une inmediatamente y más íntimamente que su propio corazón.

7. San Serafín de Sarov

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- El concepto de Dios: Dios es un fuego que calienta e inflama los corazones y las entrañas. Donde esta Dios, no hay ningún mal. Dios nos muestra su amor al género humano no solamente cuando hacemos el bien, sino también cuando merecemos su cólera.

- La encarnación: Se ha producido para el restablecimiento del hombre caído, creado a imagen divina y de la semejanza a esta imagen.

- El silencio: el silencio exterior no es más que la preparación y la señal de un silencio del alma infinitamente más profundo. Pues no son tan sólo las percepciones sensibles y las palabras articuladas las que deben ser expulsadas sino todo deseo, todo pensamiento, todo lo que atrae el espíritu «hacia el exterior», fuera de ese lugar del corazón en el que no conoce más que la miseria propia y el Nombre que le salva.

- Paz del alma: Para guardar la paz del alma, hay que echar fuera el abatimiento, es necesario intentar un espíritu alegre y exento de tristeza. Para conservar la paz interior, se debe también evitar cuidadosamente censurar a los demás. En este estado el espíritu recibe las revelaciones divinas.

- Oración contemplativa: Cuando la inteligencia y el corazón se unen en la oración y el alma no es turbada por nada, entonces el corazón se llena de calor espiritual, y la luz de Cristo inunda de paz y alegría todo el hombre interior.



8.
Teófanes el Recluso

La cima de la vida espiritual, es la vida de Dios en el hombre, y la muerte del hombre en Dios. La más alta santidad es humildad, un perderse a sí mismo en Dios. La vida cristiana es fruto de una íntima conversión a Dios, en un retorno a él. Distingue en el alma tres funciones fundamentales: el conocimiento, la volición y el sentimiento. Le corresponden tres facultades: la razón, al voluntad y el corazón.

Define la oración como la “respiración del espíritu Santo”. Es la elevación a Dios de la inteligencia y del corazón.

Hay cuatro grados de la oración: la oración vocal, la oración mental, la oración del corazón y la oración espiritual o contemplación. La oración es saborear largamente, en abandono pacífico a la gracia, el sentimiento de la presencia divina; más que un acto, es un estado; es al rendición humilde del hombre a una luz que todo lo penetra pacíficamente y con gran dulzura. Fue un gran maestro espiritual. Le importa mucho la salvación de los demás. Quiere que todo cristiano se habitúe a hacer diariamente un examen de conciencia y confiese con humildad a Dios, para estar siempre pronto a presentarse ante el juicio divino. Recomienda la humildad y la paciencia, y una aspiración hacia Dios, aspiración que va lentamente invadiendo el alma y transformando toda la vida.

9. Vladimir S. Soloviev

Podemos platear en cuatro, sus etapas de pensamiento:

a. El período teosófico (1873-82). El acento se coloca en el pensamiento, es decir, en la elaboración especulativa de la idea de la unidad integral de todas las cosas. Los temas básicos de esta integración son el de la unitotalidad, el de la Sophía (Sabiduría) y el de la Teandria (literalmente «divinohumanidad»).

b. El período teocrático (1883-89). La unificación de todas las cosas en la divino-humanidad no puede quedar en una mera idea, sino que ha de realizarse concretamente en la historia, en la carne de las relaciones sociales y políticas de la humanidad. Los temas de la etapa anterior, se amplían al terreno de la praxis.

c. El período teúrgico (1889-99). La realidad de las escisiones mundanas, trágicamente visible aún y sobre todo en la división de las Iglesias, que no parece tener una solución inmediata, impulsa a Soloviov a centrarse principalmente en las realizaciones parciales y particulares de la unidad divino-humana que, a su parecer, tienen lugar en el amor y en el arte (teúrgicamente concebidos).

d. El período apocalíptico (1899-1900). El imperativo, sin embargo, de que aquella integración se lleve a cabo plenamente, como también la creciente conciencia por parte de nuestro autor de la imposibilidad de su realización histórica, hacen que Soloviov se convenza cada vez más del carácter escatológico y transhistórico que, para el cristianismo, tiene aquella plenitud, así como del combate radical que la Iglesia ha de sobrellevar con tal fin en este mundo contra el espíritu del mal.


III. Elementos que podrían enriquecer nuestra visión católica


La teología espiritual occidental es cada vez más consciente de la ruptura que se produjo en el siglo XII, entre dogma y espiritualidad, entre teología y mística. Oriente nos ha enseñado a que comprender y conocer el Misterio de Dios revelado como Padre, Hijo y Espíritu, es vivirlo e interiorizarlo, tanto personalmente como comunitariamente en la experiencia litúrgica.

Una perspectiva Trinitaria muy bíblica y fiel a la Tradición: En Occidente hemos exiliado a la Trinidad y la hemos arrojado fuera de la historia. Para Oriente, la gloria de Dios es la divinización, participación de la vida Trinitaria por las energías increadas, pues la esencia divina es apofática, incomunicable y trascendente. Destaco sobre todo la reflexión relativa a las energías divinas. Estas son increadas, diferentes de la esencia, pro las cuales las Personas se comunican ad extra: las energías reflejan la dimensión tripersonal de Dios y manifiestas la perichoresis. Juan Damasceno establecerá una distinción importante entre el plano de la teología (el misterio de Dios en sí mismo, "Dios en sí") y el plano de la economía (Dios en su revelación, aunque jamás queda limitado por ella, es decir, en la relación que establece con su creación.

Una gran riqueza Pneumatológica: El Espíritu procede sólo del Padre, es generado por el Padre, como el Hijo. La procedencia del Espíritu Santo por el Hijo es en el orden de la economía, no en orden de la Trinidad inmanente. Son las dos mano es del Padre. Hemos sido en Occidente más “deístas” y sobre todo cristocéntricos. Hemos considerado al espíritu como mero lazo de unión entre el Padre y el Hijo. Habría que recuperar la pneumatología tanto dentro de la enseñanza de la teología, como en la vida de la Iglesia, pero más aún, reflexionar en torno al lugar que ocupa dentro del propio proceso espiritual.

Una rica antropología: Oriente considera a la Persona humana más allá de las oposiciones de cuerpo y alma. Dando carne al pensamiento platónico (que es muy desencarnado), le es fiel utilizando sus conceptos. No deteniéndose nunca, como Occidente, en lo psíquico (emociones, fenómenos, etc.), la espiritualidad cristiana oriental apunta a arrancar al espíritu del alma y del cuerpo, pero, superando con ello el inmovilismo platónico, el destino final del espíritu es inseparable de esta alma y de este cuerpo, que jamás son rechazados, sino transfigurados. Esta evolución acaba en la deificación, la theósis.

Oriente ha fundado su antropología en la imagen bíblica de la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios. La indestructibilidad de la imagen divina es tal que el pecado del hombre puede empañar e incluso alterar esta imagen, pero en ningún caso suprimirla. Es lo que permite al hombre cooperar libremente por su salvación "aportada por Cristo, reconocer sus faltas, convertirse y recibirle" (sinergismo). Jamás ha conocido Oriente la doctrina agustiniana del estado de una naturaleza humana creada "mortal y concupiscente", de una "gracia sobreañadida", ni tampoco el término de "pecado original". La herencia de Adán no es la transmisión hereditaria de una falta, sino simplemente la de la mortalidad.

El bautismo no es sólo un sacramento que limpie una falta original, común a todos los hombres, sino una iniciación que confiere un nuevo nacimiento en el Nuevo Adán que es el Cristo, y que, por ello, integra al bautizado por un acto trascendente en una nueva humanidad que participa de la inmortalidad.

El concepto de gracia: En Oriente, la gracia es sobrenatural. La creación a imagen de Dios, siendo buena en sí (no hay dualismo espíritu-materia), predestina a la naturaleza humana a la comunión con Dios e interioriza la gracia. Gracia y naturaleza existen una en la otra, son complementarias. La gracia forma parte de la naturaleza humana, y no es algo sobreañadido como en Occidente. El Espíritu actúa desde dentro de la naturaleza humana, es su acto interior.

Gracia y Libertad: En Oriente nunca se separan ambos "momentos": la gracia y la libertad humana se manifiestan simultáneamente y no pueden ser concebidas una sin la otra. La gracia no es una recompensa al mérito de la voluntad humana, pero tampoco es la causa de los "actos meritorios" de nuestro libre arbitrio. Se trata de una cooperación, de dos voluntades, divina y humana. La gracia (que forma parte de nuestra naturaleza) es una presencia de Dios en nosotros que exige constantes esfuerzos. Pero estos esfuerzos no determinan en absoluto dicha gracia, ni tampoco la gracia aniquila a nuestra voluntad como una fuerza que le fuera extraña.

La filocalia, es decir, el amor y el conocimiento de Dios por la belleza del cosmos y por la secreta belleza del rostro humano llamado a la deificación, a imagen de la belleza absoluta del Rostro de Cristo, Dios hecho hombre.

El hesicasmo, es decir, la "búsqueda del lugar secreto del corazón" mediante un método ascético preciso que apunta a reunificar el cuerpo, el alma y el espíritu. Este método, debido a Juan Clímaco en el siglo VII, es un yoga que parte del cuerpo (postura, respiración) y limpia la psique por la repetición del Nombre de Jesús. El hesicasmo alcanza una verdadera comunión con Dios y obtiene la visión espiritual de la Luz increada (la de Moisés en el Sinaí, la que tuvieron los discípulos sobre el Tabor, durante la Transfiguración). Participa "desde aquí abajo" de la vida divina increada (y no de un sobrenatural, de un "más allá", de un "creado en otro lugar").

La espiritualidad litúrgica y la teología de la imagen. El mundo católico, debería cuidar mucho más sus celebraciones litúrgicas. Muchas veces olvidamos la dimensión de Misterio y de Trascendencia de nuestra celebración de la fe, transformándose en ritos vacíos y sin una implicancia vital. Por último destaco, la gran importancia y la influencia de los iconos en la tradición oriental. Poco a poco se va notando en nuestra Iglesia esta influencia, aunque falta aún por comprender que no se trata de un mero adorno estético, sino de símbolos que nos conectan con lo Sagrado y Santo.

viernes, 29 de junio de 2007

Síntesis personal de la Historia del acompañamiento espiritual

1. ¿Cuál creo que es el origen del acompañamiento espiritual: datos históricos que me orientan y mi opinión más antropológica y teológica?

El acompañamiento espiritual (AE) en el sentido moderno no era, estrictamente hablando, una práctica formalizada, y consciente en el cristianismo primitivo. Sin embargo, la dirección y el cuidado de las almas en su sentido más amplio era ciertamente un tema importante en la literatura cristiana primitiva. A continuación, presento un recorrido histórico que nos puede ayudar a ver la tradición espiritual como una gran fuente de inspiración para todos los que han sido llamados al ministerio del AE. Podemos afirmar que el origen de la práctica del AE, en donde existe una intención y un modo de proceder claro, lo encontramos en los Padres del desierto. Ellos iniciaron un movimiento que nace de forma espontánea para vivir el Evangelio de forma radical, no ya a través del martirio, sino desde el alejamiento del mundo y sus ciudades. Desean vivir una vida de ascesis y mortificación del amor propio, para liberarse de todo apego desordenado. Normalmente eran laicos y entre ellos algunas mujeres. Se les llamaba abba o amma, es decir, padre o madre.

SAN ANTONIO ABAD. Se considera al gran Abad Antonio como padre del monacato. Toda la tradición monacal oriental, nos enseña que para seguir al Señor hay que despojarse de los bienes y dárselo a los pobres, ese es el camino espiritual, que lo conducirá a un >. El alma llena de paz entra en un nuevo modo de relación con la naturaleza y con los hombres. El joven discípulo busca a un anciano con quien compartir la vida, sometiéndose con una actitud de fe a la palabra del Anciano, que debía ser una persona exigente, enérgica y con discernimiento. En el acompañamiento se le colocaba atención a los “pensamientos”, hoy los entendemos como los sentimientos, los impulsos y mociones internos. Hacer la experiencia de desierto para lo padres es un nuevo nacimiento que pasa obligadamente por el combate espiritual.

SAN BENITO. En Occidente, unos de los grandes del movimiento monacal fue San Benito. El conocimiento de las reglas anteriores y la experiencia cotidiana le permitieron escribir una regla. Esta vida monástica es afinada según las necesidades de gobierno y está presentado como un camino de retorno a Dios y un combate contra los vicios, donde el arma efectiva es la obediencia. Hemos pasado de la pedagogía de la Palabra con los Padres del desierto a la Pedagogía de la Regla, con la figura del Abad, como sacramento de Cristo, acompañando a sus hermanos hacia la perfección y en el descubrimiento del propio maestro interior, lo que implica descubrir sus propias heridas.

GREGORIO DE NISA. En el texto de De Virginitate de Gregorio de Nisa (371), vemos el llamado que hace a todos los cristianos a adherirse a una vida más conforme al Evangelio, antes que a una vida particular y tomar conciencia de la necesidad de tener un maestro o guía cualificado en los misterios divinos. Ser cristiano significa desarrollar plenamente la vida espiritual dada en el bautismo. Es por eso que las fronteras del ideal monástico y de la simple vida cristiana son mucho menos determinadas que las que serán más tarde. La virginidad aparece como al forma eminente de este ideal cristiano, como anticipación escatológica de la vida resucitada. Así van naciendo escuelas de espiritualidad donde se aprende esta ciencia, formándose grupos alrededor de hombres espirituales: entorno a San Basilio, Juan Crisóstomo o Teodoro de Mopsuestia.

FRANCISCO DE ASÍS. Francisco recibió un llamado a despojarse de todo y no preocuparse por asegurar su futuro. Es para él una revelación que mantuvo toda su vida. El Evangelio será así la norma de su vida, la luz que iluminará su itinerario. Pretendió presentar a la sociedad de su época una nueva manera de vivir, siendo fiel al modelo que propone la Palabra, acogiendo a los pequeños y débiles. Quiso proponer un mundo de paz, frente al torbellino de conflictos que vivió la humanidad en su época. Francisco no tuvo la intención de hacer discípulos, para él, <> a los cuales les desea que lleguen a ser verdaderamente hijos de Dios, pequeños servidores de sus hermanos. A ningún hermano le dará el título de superior, todos serán <>. Francisco acude a sus hermanos y hermanas para discernir la voluntad de Dios para él. Francisco nos enseña a integrar la dimensión contemplativa, con los medios ya conocidos como la meditación, la oración, apoyada por una ascética, entendida como un ordenamiento de la vida y la misión, que es anunciar a Jesucristo.

IGNACIO DE LOYOLA

En los ejercicios espirituales, San Ignacio describe largamente el rol del director que acompaña al ejercitante en descubrir en que situación se encuentra (desolación o consolación), como puede resistir a la tentación y los engaños del demonio, discernir la acción del espíritu y estimular el grado de generosidad. Para Ignacio, se trata de ayudar al ejercitante a vivir en santidad, una herencia que remonta a los orígenes del cristianismo. Vemos un inmenso respeto por la libertad de las personas, pero un respeto que desafía la libertad y autonomía de cada uno.

Ignacio no le dice a la gente lo que tiene que hacer, le entrega una brújula (reglas de discernimiento). Aunque Ignacio reconoce etapas en la vida espiritual, incita más bien a un crecimiento en espiral.

Todo está desde el comienzo, pero todo crece a ritmo pascual, es decir, todo progresa pasando por crisis, superando las dificultades y llegando a cada vez a más. Finalmente Ignacio nos sitúa muy radicalmente en la Iglesia y en su misión. Tanto el que acompaña a otros como el que se hace acompañar han de insertarse en la comunidad eclesial y en su compromiso con el mundo

TERESA DE JESÚS

Para Teresa de Jesús, no hay desarrollo de la persona ni de la vida religiosa sin un ulterior intento de apertura a lo trascendente o de relación personal del hombre con Dios, relación que ella concentra en la práctica de la oración personal, definida como "trato de amistad con Cristo o con Dios" y que se debe convertir en resorte propulsor de acción al servicio de los hermanos. Ella es un "testigo" puro e irrecusable de Dios y de su misteriosa presencia en la historia de los hombres y en la vida de cada persona. Para Teresa de Jesús, la ciencia del director es la condición primera y fundamental. El director, aunque no tenga plena experiencia de los caminos del Espíritu, debe tener al menos un conocimiento doctrinal de ellos, para poder enseñarlos a quienes quizá los van a recorrer totalmente. Por otra parte, no sólo los cristianos inexpertos, sino también las personas de altísimas experiencias espirituales necesitan verificarlas, confrontándolas con la buena doctrina. Según ella misma dice, «no hacía cosa que no fuese con parecer de letrados» (Vida 36,5); «Es gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz, y allegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos; de devociones a bobas líbrenos Dios» (13,16); «Buen letrado nunca me engañó» (5,3).

Aprendemos de ella en primer lugar que no se debe absolutizar el propio camino espiritual, así lo dice ella: «así como hay muchas moradas en el cielo, hay muchos caminos para llegar a él>> (Vida 13,13). En efecto, fácilmente el director estima, aunque sea inconscientemente, que su camino o el camino de su Orden o movimiento es el mejor de los posibles, y trata así, con la mejor voluntad, de inculcarlo a todos sus dirigidos. Es un grave error, que puede darse incluso dentro de un mismo instituto religioso, como lo hace notar Santa Teresa por lo que se refiere al Carmelo: «Una priora era amiga de penitencia. Por ahí llevaba a todas (…) Y no ha de ser así, sino que en ese tema, y en todos, hay que «procurar llevar a cada una por donde Su Majestad la lleva» (Fundaciones 18,6-10).

FRANCISCO DE SALES. Francisco de Sales es considerado como uno de los más eminentes modelos de director espiritual. Para él, el camino de la vida devota requiere necesariamente la orientación de un guía: <<¿Quieres de todas veras entrar por la devoción? Busca un hombre de bien que te guíe y te conduzca. He aquí la más importante de las recomendaciones>>. (VD IV, 1). Y encarece la importancia de escogerlo bien, precisando sus cualidades indispensables:

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Posteriormente al Vaticano II, se hizo innegable que el discernimiento espiritual y el acompañamiento volvían a ser de gran utilidad, en una cultura de constante y rápida evolución. El acompañamiento espiritual no es por lo tanto solamente un desafío a la vida consagrada; es un problema que, hoy, concierne al conjunto de la Iglesia. Un redescubrimiento de su práctica, fiel a la Tradición, pero que tenga en cuenta un afinamiento considerable de las sensibilidades y psicologías modernas, podría ser decisivo para el porvenir de la fe en el siglo XXI.

¿Qué se pretende en el acompañamiento espiritual cristiano?

La psicología humanista-existencial, con el nuevo concepto de persona que ha elaborado ha, ejercido una fuerte influencia en las relaciones interpersonales y en el modo de promover un proceso de maduración a nivel tanto psicológico como espiritual. Ya no se entiende al acompañante desde una posición autoritaria, sino que es un facilitador, un compañero de camino. El nuevo planteamiento ha supuesto en el ámbito de la dirección espiritual un cambio radical de método. Los principios de inspiración para llevar a cabo una dirección espiritual, no son verticales, sino basados en una interacción dirigida a estimular los recursos humanos y espirituales presentes en cada uno. La tarea del padre espiritual consiste en estimular y en sostener a la persona a lo largo del camino, limitándose a acompañarla, sin precederla ni sustituirla en la valoración de las situaciones y en la decisión o en la asunción de responsabilidades. Está comprometido a promover en el individuo un nuevo aprendizaje, capaz de iniciar un proceso de conversión, o de purificación, o de ulterior perfeccionamiento en las relaciones con Dios. Podemos decir que el AE es a la vez un encuentro humano y religioso. Sólo en el encuentro con el prójimo llega el hombre a sí mismo; aquí está el lugar antropológico del AE. En la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, la pertenencia mutua de los hombres es todavía más íntima; y esta pertenencia es el contexto teológico del AE. Pero ¿qué entendemos por <>? A mi modo de ver, aún persiste una comprensión de lo espiritual como aquellos actos devocionales, tiempos litúrgicos, sacramentos y mediaciones por los cuales yo me encuentro y relaciono con Dios.

Este enfoque es unilateral, la espiritualidad, se puede definir como el accionar del Espíritu Santo, que nos mueve a seguir a Jesucristo personalmente y como comunidad eclesial y a comprometernos en el mundo, para colaborar en la construcción del Reino prometido por el Padre. La espiritualidad debe nutrir todas las dimensiones de la vida y por eso mismo, toda la realidad, puede ser lugar de experiencia espiritual. En último término, la experiencia espiritual será siempre vivir el misterio pascual de Cristo, actualizado en cada momento histórico y cultural. Entonces, el AE no está sólo relacionado con lo estrictamente religioso, como si esto fuera un ámbito aislado, sino también con los hombres concretos y sus problemas. Por lo tanto, aunque el AE se trate de la iniciación religiosa, de la introducción en el encuentro imprevisible y siempre singular con el misterio de Dios y de su palabra, en la discreción de espíritus y el hallazgo de la voluntad de Dios en un caso concreto, e incluso, por más qué ahí esté su núcleo; sin embargo, todo esto debe quedar integrado en la existencia total. Los objetivos generales del AE serían según mi parecer:

1. Acompañar a la persona hacia su propio autoconocimiento;

2. Guiar en el proceso de aceptación de sí mismo y de crecimiento personal

3. Ayudar al otro a desprenderse del yo superficial, para comprometerse con el prójimo

4. Facilitar la búsqueda común de la voluntad de Dios tanto en la vida diaria, como en vista al discernimiento de una vocación específica.

5. En el caso específico de la Formación a la vida religiosa, el AE deberá permitir que los candidatos caminen hacia la personalización de los valores de la vida religiosa, formando y educando en los consejos evangélicos.

Cuando un hombre coincide consigo mismo, también coincide con Dios en lo más profundo. Lo cual deja intacto el hecho de que en este proceso espiritual la razón y la gracia no llegan a coincidir plenamente, de que hay un imprevisible e impenetrable «misterio de la cruz». En la ambigüedad de la historia individual y la colectiva tiene el acompañante su cometido más importante: ayudar a buscar la voluntad de Dios en las circunstancias concretas de la vida.

3. Convicciones y preguntas

3.1. Convicciones

· Para acompañar se necesita estar en comunión con la larga tradición espiritual cristiana.

· Es importante tener una buena definición de espiritualidad, tal como lo hemos presentado en este trabajo.

· Una espiritualidad que se fundamenta en el Misterio Trinitario y Pascual de Cristo y que se nos invita a experimentar de forma personal y comunitariamente, abarcando todas las dimensiones posibles de la persona (corporal, afectivo, cognitivo, relacional) y de la realidad (social, político, cultural).

· La tarea principal del AE, será el de acompañar la vida de la persona, en especial, ayudándole a descubrir el paso de Dios por su historia, permitiéndole profundizar en su propio autoconocimiento e identidad y en la búsqueda de su misión en el mundo.

· Para ello, el AE, debe favorecer una vivencia cristiana de calidad, que le permita madurar y crecer y llegar a la meta de todo cristiano, que es la Configuración con Cristo.

· El acompañamiento espiritual se convierte así en un servicio pastoral imprescindible. Y este reconocimiento implica necesariamente clarificar y potenciar la figura del acompañante, que no nace espontáneamente; se debe ir preparando poco a poco en el arte guiar a otro.

· El acompañante actual necesita la sabiduría que procede de la ciencia y la sabiduría que viene de la experiencia del Espíritu. Por eso es importante fijarse en las actitudes más profundas de Jesús para llegar a asimilar los métodos del Buen Pastor y recoger las enseñanzas de la tradición.

3.2. PREGUNTAS

1. La influencia de la psicología ha sido positiva, Pero se corre el riesgo de transformar el AE, en una pseudo-psicoterapia. ¿Cómo descubrir el aporte original del AE? Será necesario para ello, seguir recuperando la sabiduría de la tradición espiritual cristiana.

2. Por una parte, nace en muchos sectores de la Iglesia la necesidad de formar acompañantes espirituales, pero por otro lado, surge el abandono de la práctica en algunos movimientos laicales y en la vida religiosa. La necesidad del AE, debe ir de la mano de la comprensión que implica un proceso y no sólo entenderlo como una ayuda para un momento determinado y preciso.

3. En el Sínodo de Santiago, una de las líneas de acción presentadas va en la perspectiva de la formación de laicos que puedan acompañar espiritualmente a otros fieles. ¿Hay una real voluntad eclesial de formar a laicos? Mi impresión, es que muchos sacerdotes, aunque consideran oportuna esta necesidad, mantienen una actitud clerical, al considerarse como más preparados para esta misión.