martes, 5 de febrero de 2019

Salmo de los dos caminos

Emilio Mazariegos
Aquí estoy, Señor Jesús, a la vera del camino, sin camino; mis pasos buscan tus huellas donde poner mis pisadas, la vida y la muerte están ante mí como un reto; el bien y el mal se cruzan en mi corazón de joven que sin descanso busca, pide y llama.
Yo quiero ser dichoso, Señor Jesús, hombre en camino; yo quiero ser libre con la libertad de tu Evangelio; libre en opción sincera y decidida a tu Palabra. Quiero dejar atrás las llamadas opresoras del dinero, del poder, del placer, de lo que en el fondo es nada. Quiero hacer de tu Evangelio norma de vida y escucharlo día y noche hasta que penetre el fondo del alma.
Quiero ser, Señor Jesús, como el árbol que crece junto al río y bebe en profundidad y hondura en las corrientes del agua. Quiero dar en su tiempo frutos de paz y bien, y dejar que las semillas que has sembrado en mí se abran. No dejes jamás, Señor, que se marchiten mis hojas verdes, ni que el viento las arranque, una a una, de sus ramas. Quiero seguir el camino del hombre nuevo, del hombre que dice sí a la vida y con tesón la guarda. Quiero ser hombre de espíritu que luche contra la carne y que haga del amor la Carta Magna, la Ley fundamental de tu Reino, abierto al corazón del joven en desafío radical, una a una, de tus Bienaventuranzas. No me dejes caminar por el camino de Caín, que lleva sangre; y que a cada paso deja las señales del que mata; no quiero ser como paja que lleva el viento y hace de ella un juego fácil entre sus alas. Quiero ser desde mis raíces y mi historia de ilusiones y fracasos, desde mis luchas y mis crisis un camino de esperanza abierto hacia la Vida eterna, donde tú moras y donde esperas con un corazón de amigo, mi llegada. Tú eres, Señor Jesús, el camino de un corazón joven; el camino de Abel, el camino de la vida en la cruz entregada por la salvación del hombre, de todo hombre que busca en ti la respuesta cierta y segura en la encrucijada. Señor Jesús, contigo se hace el camino suave y ligero, al llevar entre tú y yo —los dos juntos— esta pesada carga.



SALMO 5 - Salmo al comenzar la mañana

Emilio Mazariegos
Al tocar la luz del día mis ojos, Señor, mi corazón se levanta hacia Ti en busca de tu mirada. Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo, y estate atento, Señor; sé cercano a mi mano abierta. Da respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud, tú que eres mi Señor y mi Dios, en quien yo confío. A ti abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar: de mañana, en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones; de mañana, en tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda; de mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos. Oye mi voz, Señor, Tú que eres bueno y compasivo y alienta mi vida que busca en ti luz y calor. Mira, Señor, mi corazón de pobre, que como un gorrioncillo busca abrigo entre tus manos; toma mi arcilla y moldéala según los proyectos que tienes en mí este día. Quiero estar ante tus ojos y dejarme penetrar por tu mirada; delante de tus ojos, Señor, me siento pequeño y frágil. Derrama, al comenzar la mañana, tu ternura y tu bondad para que mi corazón se sienta fuerte y animoso. Señor, aparta de mi camino el mal que me rodea y no dejes que en este día la mentira se adueñe de mí; dame mansedumbre y humildad para que mi corazón, Señor, no sea hoy violento ni haga juego sucio a nadie. Confío en la abundancia de tu amor y camino hacia Ti firme de que me acoges en tu casa. Haz, Señor, que camine hoy en tu presencia y que tema apartarme de ti. Guíame, Señor, Tú que eres bueno y santo; guíame hacia la luz y que camine como hijo de la luz; guíame y allana mi camino para que sea fiel a tu Ley. Que tu camino, Señor, sea hoy la pasión de mi corazón, y que tu Espíritu Santo me ayude en cada paso. Que mi boca, Señor, sea hoy la expresión de mi interior; que mis palabras arranquen de lo profundo y sean verdaderas. Señor, dame un corazón limpio para que te pueda ver; Señor, dame un corazón de pobre para que viva hoy tu Reino; Señor, dame un corazón misericordioso para que derrame misericordia; Señor, dame un corazón lleno de paz para que sea hijo tuyo; Señor, dame un corazón que tenga hambre y sed de justicia para que sea saciado y haga tu voluntad; Señor, dame un corazón manso para que posea la tierra. Que mi corazón se alegre y se regocije hoy, porque todo lo espero de Ti, Señor Dios mío. A Ti me acojo, Señor, al comenzar el día: protégeme. En ti pongo mi confianza como un niño en su madre: ayúdame. A ti abro mis proyectos y los planes de este día: acompáñame. A ti ofrezco lo que soy y lo que yo tengo: acógelo. A ti, que eres Dios de la vida, te pido fuerza: anímame. Mi corazón te ama y, lleno de gozo, exulta en Ti. Bendíceme, Señor, y guíame por el camino justo; como un gran escudo defiéndeme, sé mi fortaleza. Que tus alas, Señor, me cobijen y guarden mientras yo voy viviendo el día que hoy me entregas.

SALMO 6 - Salmo en situación límite

Emilio Mazariegos
Ten paciencia conmigo, Señor, y espera que de nuevo vuelva. No hagas caso de mis palabras, que tantas veces fallaron. Sopórtame, aguántame, sé compasivo conmigo, Señor, que, a pesar de mis pecados, en el fondo, es a Ti a quien más quiero. Da tiempo a mi proceso, Señor, que soy como un niño débil, y aguarda a que de nuevo te deje de dar las espaldas.

Mírame, Señor, mírame, que estoy sin fuerzas y he caído como una hoja de otoño en el camino. Mírame, Señor, que tengo el alma golpeada y rota y no consigo levantar mis pobres alas en vuelo. Sáname, Señor, Sáname, que siento el corazón desmoronado y mi casa se ha hecho un montón de escombros.

A Ti grito, a Ti clamo, por Ti lloro y en Ti espero aunque los miedos y la inseguridad me tienen abrumado. Señor, ¿Hasta cuándo seguiré así? ¿Dónde estás? Acércate a mí, Señor, como buen samaritano y venda mis heridas; pon tu ternura y tu misericordia en mis pobres llagas; llévame contigo, no me dejes tirado en el camino, que de nuevo volverán los salteadores. Da paz a mi corazón oprimido y angustiado; devuelve la calma a mi alma sumida en profunda noche; sálvame, por tu amor, que me siento perdido y solo; sácame de esta situación que me llena de tristeza. Señor, ¿Hasta cuándo seguiré así? ¿Dónde estás?

Estoy extenuado de gemir, de sollozar, de gritar mi pena y cada noche mis lágrimas me hacen compañía. Como una nube negra y pesada sobre mí está el tedio y la apatía , que me dejan cansado y oprimido y sin ganas de vivir. Me siento desfallecer y mi corazón está cansado. La vida para mí, Señor, no tiene sentido y me encuentro contra el muro.

Mis pies están inseguros sobre la arena de mi desierto y mis manos han tocado el techo de mi vida. ¿Dónde estoy? Señor, ¿Hasta cuándo seguiré así? ¿Dónde estás? No tengo razones para vivir y la vida es para mí un punto negro. Cuando respiro, mi aliento no llega al fondo y me ahogo en medio de mis miedos y fracasos escondidos. Estoy como estuviste Tú, Señor, en la noche del huerto, cuando tu corazón se moría de tristeza. Estoy tenso, estoy en conflicto, no hay luz en esta noche y se han escondido, una a una, todas las estrellas. Señor, ¿Hasta cuándo seguiré así? ¿Dónde estás? Enséñame, Señor, hombre de dolores, a orar mi sufrimiento. Enséñame a gritarle al Padre mi problema y mi pecado.

Enséñame a que busque la voluntad de Dios en esta cruz y que espere, como tú esperaste, confiado en el amor del Padre. Señor, yo sé que has oído mi súplica; que has sentido mi dolor; yo sé, Señor, que estás tan cercano a mí que me impide verte. Yo sé que has oído la voz de mis sollozos y el dolor que no se grita; yo sé que el aliento volverá a mi vida, porque eres Dios de la vida; yo sé que estás aquí y compartes mi cansancio y mi problema; confío en tu bondad y compasión en esta hora y espero verme de nuevo en marcha por el camino.